jueves, mayo 30, 2013

La destrucción, poema se Zhu Ziqing 朱自清

La destrucción | FronteraD


Andando como un fantasma en medio de la calle,
Cabizbajo, como si hubiera ido a un funeral,
¡Este soy yo!  ¡Sí, este soy yo!
Cinco rayos de luz…
Diez colores distintos…
Y yo en medio, muy cerca de ellos,
¡Qué bonito es!
¡Qué agradable de oír!
Es el fuerte olor,
Es el sabor de la tierra en la boca,
Y lo que mis manos tocan,
Lo que mi cuerpo siente,
Es blando,
Es esponjoso,
Pero ¡qué escoria! ¿No te parece?
Y me pregunto: ¿cómo he llegado hasta aquí?
Ello me repugna,
Ello me tira de espaldas,
Miro arriba, miro abajo,
¿Pasa el tiempo mientras tanto?...
Estoy soñando,
O estoy enfermo[II],
En medio de este abismo estoy yo,
Es un torbellino, es un agujero sin fin,
Y hay polvo, un polvo azul verdoso,
Y yo camino sobre el polvo
Y mis huellas apenas dejan marca en el polvo,
Vagabundeo, voy de un sitio a otro sin rumbo fijo,
Vagabundeo, voy de un sitio a otro sin rumbo fijo,
Piso fuerte y sigo caminando si saber a dónde,
Sin embargo, este no es el suelo de mi país, yo piso otra cosa.
En este viento huracanado, envejezco,
En este viento  huracanado, languidezco,
Y mi cuerpo, siempre está  débil y enfermo,
Voy arrastrando con él las sombras delgadas y negras
Que proyecta sobre el suelo,
Sombras que se diluyen en el espacio abierto,
Y pienso: «Mi querido y ahora lejano país, tú que me has visto nacer[III]… »
¡Regresa, regresa!
A pesar de la pálida luna que desparece en la oscuridad
Y que se la ve impasible sobre las aguas serenas de lago,
Y la bruma  que se instala en la noche para no dejarnos ver,
Y la bruma que se instala en la noche para no dejarnos ver
Como una cadena de montañas en el horizonte,
Todas ellas ordenadas y somnolientas;
Y debido a esa bruma, la luz no alcanza a iluminar la calle,
Solo pueden sobrevolar destellos intermitentes y caóticos de luz,
Y me pregunto: pero ¿quién encendió esa farola que es como una flor de loto?
Y se oyen unas risas: ¡Jajaja jojojo!…
Y se oyen más risas: ¡Jajaja jojojo!…
Y alaridos de miedo: ¡Ouch!…
Y entre tanto suena una flauta de bambú,
Y  también se oye el croar de los sapos en las aguas.
Todo ello me conmueve, cierto,
Pero todo ello me exaspera,
Y me digo: todo esto duerme ya «en los brazos de la hermana luna»,
Cierto, ¿quién puede decirlo si no el que flota y merodea en lo alto?,
Pero esa luna está muy sola,
Las luces de las farolas están muy lejos,
La felicidad y las risas son de los otros, por supuesto.
La flauta de bambú desprende una bella música,
Pero es una música melancólica,
Es una música intrascendente que no cambiará nada;
El sonido de una flauta es solo el sonido de una flauta.
La conmoción, sin embargo, es tuya,
La exasperación, sin embargo, es tuya,
Los otros van por todas partes como locos,
¿Quién se va a dar cuenta de que tú estás aquí con ellos?
Ni siquiera tienes amigos fuertes y poderosos,
¡Y eso es un verdadero problema den esa vida ilusoria!
Tú estás solo,
Tú tienes frío,
¡Tú no tienes gusto, no tienes ningún gusto!
Baja la cabeza
Y toma el camino que te llevará al lugar que te vio nacer.
¡Regresa, regresa!
A pesar de la belleza incuestionable
Que posee la nieve al caer desde el cielo,
Los copos que la componen se alejan de mí en su vuelo
Y acaban deshaciéndose en el vacío;
Son como las cenizas blancas del dinero de papel que ha sido quemado.
Estar todavía vivo en este mundo es ver lo que dos ojos ven en una barca
Cuando navega sobre el riachuelo de la vida:
Las impresiones de antaño, las ideas que tuviste, y las cosas que has dicho…
Todo ello queda atrás, todo ello se consumirá a tu paso,
Todo se consumirá hasta parecerse al desierto cuando anochece
Todo acabará por entrar en la oscuridad,
Todo acabará por imitar a la hierba cuando llega el otoño.
Sé que ellos saben tocar el bello instrumento musical,
Pero se les rompe la cara cuando lo hacen;
Su cara se parece a la cera de una vela cuando se derrite.
Las sonrisas de esas flores no tienen ninguna arruga,
La voz que de ordinario surge de las perlas[IV] está ahora afinada,
Ahora lucen en el cielo,
Solo lucen en el cielo,
Pero ¡evítalos!
Pero ¿qué vas a evitar si no son nada?
¡Regresa, regresa!
A pesar de que soy ya como el amigo íntimo de la nube en el cielo,
Y que nos exhibimos mutuamente,
Y que nos consolamos mutuamente,
Y que reímos y hablamos juntos,
Y que estos son los días que me ofrecen ellos,
Y que probamos el sabor de los héroes y los valientes,
Y que caminamos juntos,
Y  que parezco sin duda alguna un pulpo exuberante y poderoso,
Algo me dice que estoy en la llama roja y ardiente[V].
Es lo que también me dicen muchas bocas que están abajo,
¿Quién podría olvidarlo?
Dejo mis manos muertas,
La vida no puede ser de otra manera:
Cuando me giro, es la nube que aparece,
Y sé que va a empezar a llover,
No mires a tu alrededor,
No te gires para ver lo que pasa a tu alrededor,
¡No lo reconocerías!
El pasado fue un tiempo en el que el mundo se renovaba,
¿Quién podría ahora convencerte de ello?
Todavía queda el nombre, el nombre insípido,
El nombre vago e impreciso,
También queda la soledad, tu soledad,
Alrededor de mí no hay nada más que es el vacío,
En los cuatro puntos cardinales no hay nada más que vacío,
Ahora siento que ellos quieren que vuelva a su lado,
Mi hermano y mi hermana quieren que vuelva junto a ellos,
Quieren que esté a su lado,
¡Regresa, regresa!
A pesar de la palabra de los maestros del dao[VI],
Una palabra que suena bella e inteligente a mis oídos,
A mí me da la impresión de que la nieve cae desordenadamente;
Delante de mis dos ojos,
Los copos de nieve son como algodones que se deshacen en el aire…
Ellos me guían y yo floto con ellos, y así floté con el viento celeste
Hasta llegar al lugar de los treinta y tres días[VII]
Y la nube de los cinco colores[VIII].
Debajo de mí estaba el mundo gris,
Se le veía pequeño, muy pequeño, desde el cielo,
Se le veía lejos, tan lejos que ya no podía pensar más en él.
A esa distancia, entre las estrellas y los vientos celestes[IX],
Mi ser se reavivó,
El viento penetraba en mis músculos,
Los músculos se hinchaban y me llevaban de un lado a otro;
Si hubiese caído al bajo mundo, lo habría hecho como un globo desinflado que cae
desde el cielo.
Los otros seres pasan por encima de mí y se divierten a mis anchas,
¡Gritan y ríen como unos locos!
Además, el viento celeste me envuelve y me arrastra,
El viento se parece a la lanza de tres puntas,
¿Acabará clavándose en mis músculos?
Acabará por desmembrar mis miembros en la nube de los cinco colores
Hasta convertirme en humo.
Y así, graciosamente, desapareceré de este mundo.
Tiemblo,
Y me digo: «Lee ahora, en voz alta, la tristeza de la tierra y del cielo…»
¡Regresa, regresa!
A pesar de que tienen hambre
Y  sus manos están deformadas,
Y su cabello se ha vuelto como la hierba de otoño,
Y las cuencas de sus ojos están vacías,
Y sus pies débiles,
Y sus corazones, sobre todo sus corazones, están débiles,
Todo lo que ellos son me conduce hacia el bajo mundo,
Me tira poderosamente hacia abajo,
Hacia el mundo que me enseña  a fumar,
Y me enseña a beber más de la cuenta,
Y me enseña a frecuentar a las malas mujeres;
Esto de aquí me crea adicción,
Esto me mantiene contento y engañado,
Pero no le haré ninguna concesión a esta ilusión,
Ella no tolera que tú no le prestes atención,
No, yo no puedo estar de acuerdo con este mundo que crea tanta adicción.
Siento la decadencia del limbo,
La decadencia del corazón y el espíritu de lo que es incierto y móvil[X],
Y en la adicción
Las sombras son largas y misteriosas, y crean más adicción si cabe,
No, yo no quiero ser ese tipo de hombre,
Este tipo de hombre se pudre rápidamente, ¿no es cierto?
¡No, no!...
Mientras no te deformes como un monstruo
Podrás utilizar todavía tu fuerza natural,
¡Regresa, regresa!
A pesar de que la muerte se viste como la doncella del vestido blanco[XI]
Y se presenta con la linterna delante de mí,
Y se parece también al guerrero poderoso del traje negro[XII],
Y coge la azada y me golpea en la espalda,
Y yo, ofendido y preocupado, me acostumbro a la crueldad de las familias decadentes,
Y en un año veré con asco mi propia carne y mis propios huesos
Descomponiéndose definitivamente,
(Y los veré con mis dos ojos ya vidriosos y ensangrentados);
Y el fardo que tienen que soportar mis pobres hombros
Para que yo pueda vivir ahora en este mundo es demasiado aplastante
Y no me deja respirar,
Y mis ojos ven lo poco y miserable que he obtenido en esta vida,
Y me siento finalmente como un ser impreciso y lejano, como esa nube,
O ese humo que pasan a lo lejos y acaban desintegrándose ellos mismos;
Y en el desierto negro y blanco
Tomo sin saberlo este tipo de camino
Y me muevo como un vagabundo en medio de esa ilusión insensata;
Y ella y él —la doncella y el guerrero— aparecen junto a mí,
Y se parecen a lo mismo que he vivido yo en esta vida,
O no se parecen a lo que yo he vivido en esta vida,
Y se apoyan en esa manera de ser, en ese espíritu fantasmal
Que he tenido en cuenta para seguir vivo y al que he creído como a un guía;
Y me he ido, me he ido…
Me he ido a brazos abiertos y ciegamente hacia el lugar donde residen
Su corazón y su pensamiento…
Y ella ha esperado a que yo le haga una señal con la mano,
Y él ha esperado a que yo le salude con un movimiento de cabeza…,
Ella y él son ahora dos extraños para mí,
Y ello me intranquiliza,
Sus manos flotan en el aire,
Son seres inciertos,
Me resulta demasiado difícil definirlos,
¿Qué me une a ellos?
Además, el país de la muerte es todavía una tierra extranjera para mí,
¡Se sabe acaso cuál es la tierra que me conviene!
Yo conozco bien las fuentes de la vida,
Estoy familiarizado con ellas
Y recuerdo bien la tierra que me vio nacer,
Aunque sean unos recuerdos poco precisos,
Ellos se despliegan en mi mente con claridad,
¡Maldita sea! Mi tierra natal…
¿Acaso no me recibirá con los brazos abiertos?
Conozco el sabor de sus frutos,
También conozco el sabor de los lugares y de los amigos,
Y a aquella joven también la conozco,
Y a aquel guerrero poderoso del traje negro…
Yo preferiría volver al país que me vio nacer,
Yo preferiría volver al país que me vio nacer,
¡Regresa, regresa!
Yo lucho, lucho por regresar junto a ti,
Quiero ver mi país, su polvo, su humo,
No quedará ninguna imagen del cielo,
Todos los rayos de luz y su fulgor desaparecerán,
Mi desasosiego también desaparecerá,
Volveré a ser yo, el de antes, el de siempre,
No volveré a ver más el cielo azul verdoso,
Ni a bajar la cabeza para ver las aguas blancas[XIII];
Solo iré con cuidado,
Quiero pisar la tierra y el polvo
Y dejar mis huellas bien marcadas en ellos,
A pesar de que mis huellas serán diminutas
Y desaparecerán rápidamente con el paso del tiempo;
Mis pasos serán más lentos,
Y no volveré a coger ese camino remoto,
No soy gran cosa, soy una persona como hay tantas;
Solo puedo ver la huella de mis pasos,
Pero ello me hace ahora tan feliz…
Ese otro lugar que está tan lejos, tan lejos,
Ese otro lugar yo no volveré a frecuentarlo, no pensaré más en él.
¡No me quedaré! ¡No!
¡Me voy, me voy!...
…. ….
1923


Zhu Ziqing 朱自清 cuyo nombre de nacimiento es Zhu Zihua 朱自華, nació en 1898 en el distrito de Donghai 東海縣, en la provincia de Jiangsu, aunque a él siempre le gustó afirmar que era nativo de Yangzhou 揚州, y murió en agosto de 1948 en Pekín. La obra de Zhu Ziqing se compone de poesía 詩 (shi), prosas diversas -sobre todo ensayo (sanwen 散文)-, y una extensa obra crítica como historiador de la literatura china y hermeneuta de la nueva poesía 新詩 (xinshi). Zhu Ziqing fue el encargado de establecer la selección de poemas que formarían parte de poesía de la Gran antología de la nueva literatura china 中國新文學大系 (Zhongguo xin wenxue da xi) editada por Zhao Jiabi 趙家璧 (1908-1997) entre 1935 y 1936, obra que supuso el primer intento de establecer un canon en la nueva literatura china. Zhu Ziqing se educó en la Universidad de Pekín y a partir de 1925 ejerció como profesor de literatura china en la Universidad de Qinghua y en otras universidades tras la ocupación japonesa en 1937. Entre 1931 y 1935, estudió literatura inglesa y lingüística en Londres. Su contacto con la literatura inglesa dejó una profunda huella en Zhu Ziqing. Su obra más conocida como poeta es el largo poema La destrucción (Huimie 毀滅) publicado en 1924. Entre sus ensayos destacan las tres recopilaciones Rastros (Zongji 蹤跡, 1924), De espaldas (Beiying 背影, 1928) y Tú y yo (Ni wo 你我, 1936). Publicó también varias prosas en las que relata sus experiencias en Inglaterra. La obra de Zhu Ziqing pasa hoy por ser una de las más importantes en la formación y establecimiento de la nueva literatura en lengua vernácula y una de las figuras pioneras del movimiento reformador del 4 de mayo de 1919.

Blas Piñero Martínez (Barcelona). Ha realizado estudios de Filosofía en la Universidad de Barcelona,  lengua y literatura chinas en la Universida de París , y de postgrado en  la Universidad Pekín y en  la Universidad de New South Wales, en Sidney (Australia) ciudad en la que reside y donde es profesor acreditado de lengua china.
Publicaciones:
Traducción, notas y comentario: Antología de poemas clásicos de Lu Xun (1903-1935), en Revista de Estudios Asiáticos, Buenos Aires (Argentina), n° 16, abril, mayo y junio de 2008.
Edición y traducción: Lao She (1899-1966), El camello Xiangzi (Luotuo Xiangzi). A Coruña (España): Ediciones del Viento, noviembre 2011. 424 pág.
Traducción y notas: Lu Xun (1881-1936), La mala hierba (Yecao, 1927), seguido de Soliloquios (Zi yan zi yu, 1919). Madrid (España): Bartleby Editores, edición bilingüe, marzo 2013. 203 páginas.
Traducción, introducción y notas: El cielo a mis pies. Antología de la poesía china moderna 1918-1949. Madrid (España): Madrid (España): Editorial Hiperión, edición bilingüe. 401 páginas. Publicación prevista para otoño de 2013.

lunes, mayo 27, 2013

Adios a la buena gente del Valdesogo

Adios a la buena gente del Valdesogo: El conocido bar del Humedo cuelga el cartel de se traspasa después de 37 años.
Frutos, ayer, delante de la puerta de entrada al bar Valdesogo.
Compadre, era casi la primera parada, aún no habíamos abandonado la noche y ya estabas de vuelta, y aquí, donde Frutos, sabíamos que teníamos un lugar, calor, calor, un poco de calor por fuera y por dentro...sorbíamos despacio aquella tacica de caldo, dios como entraba, aún tengo el sabor recio como a sueño viejo, la  pausa sin palabras, antes de continuar viviendo en la protegida intemperie de la clandestinidad, de estar vivos fabulando el mundo.Compadre, ya ves, Frutos aún recuerda cuando regresamos de Alaska. Solo el lo supo. (karlotti)


Adiós a la buena gente del Valdesogo

El conocido bar del Húmedo cuelga el cartel de se traspasa después de 37 años.

manuel c. cachafeiro | león 26/05/2013

 Frutos, ayer, delante de la puerta de entrada al bar Valdesogo.
bruno
El bar se llama Valdesogo, pero Fructuoso Fernández desciende de la Tercia, el último valle leonés antes de Pajares. Después de 37 años, que ya está bien, deja uno de los negocios más veteranos del Barrio Húmedo.

Frutos, como todo el mundo le conoce, y su mujer siempre han sido una pareja tranquila y agradable. En el Valdesogo, aunque ya sea por poco tiempo, aún se puede disfrutar de una pinta de vino, un vermú, un buen bacalao o una todavía mejor cecina de chivo. Junto a la placa que honra el local como establecimiento tradicional leonés, ahora aparece un papel con el cartel de traspasa. «Son muchos años detrás de la barra y ya es hora», dice Frutos.

37 años le separan desde que cogió el bar a Julián, otro histórico de ese variopinto mundo del Húmedo, al que Frutos ya conocía. Nacido en Pobladura de la Tercia, antes de llegar a León recorrió muchos kilómetros vendiendo vino por los pueblos de Gordón y media provincia. Y aunque no añora otras épocas, sí recuerda que «había más gente» y era un barrio con tantas tiendas como bares. «Ahora sólo quedan bares», se lamenta.

El Valdesogo no es un bar que se haya renovado, pero su techo alto, su antigua barra y la decoración con fotografías antiguas le dan un aire clásico de una hostelería que casi es ya de museo y que Francisco Umbral cantó y ensalzó en sus crónicas de tabernas leonesa. Bares como el Valdesogo, El Besugo, La Gitana, La Mazmorra, el Polvos... y tantos y tantos otros. Una generación a la que la hostelería de hoy le debe que el Húmedo mantenga su sello único.

sábado, mayo 25, 2013

Mapa total de Blas de Otero

Mapa total de Blas de Otero | Cultura | EL PAÍS

Mapa total de Blas de Otero

El poeta vasco es uno de los autores más influyentes de la posguerra

Con la publicación de su 'Obra completa' trasciende la etiqueta de poeta social




Blas de Otero, el 5 de junio de 1976, en un homenaje a Federico García Lorca en Granada. /RICARDO MARTÍN


Si hay un poeta a la altura de los mejores autores de la generación del 27 en la literatura española de posguerra, ése es sin duda Blas de Otero (Bilbao, 1916-Majadahonda, Madrid, 1979). Fue Dámaso Alonsoquien, en 1952 y con la vista puesta tan sólo en sus dos primeros libros, aseguró que la capacidad idiomática de Otero era comparable “a las de un García Lorca y de algunos otros poetas de mi propia generación”. Incluso alguien tan reticente al halago como Jaime Gil de Biedmareconocía ante la lectura de Pido la paz y la palabra (1955): “Otero es un poeta de recetario, como todos. Lo malo de los poetas de postguerra es que se les conoce el recetario enseguida […]. Otero enseña el suyo más que ninguno, pero es el más excitante de todos […] Su gusto por la buena retórica suntuosa me le hace simpático”. Vicente Aleixandreevocaba la “tensión […] en su silencio”: “Este gran solitario es uno de los hombres con más voluntad de comunidad que se haya dado acaso entre los poetas de este tiempo”. Son los míticos silencios de Blas de Otero que, como recordaría Emilio Alarcos, mostraban toda una tensión interior, una dimensión netamente moral de su obra y su persona, una voluntad de profundización en su escritura poética que no olvidaba el cuidado formal (“Voy al fondo. / Voy al fondo dejando bien cuidada / la ropa. Soy formal”) y que apuntaba esa bipolaridad fundamental en su poesía entre alusión y elisión, entre escritura y silencio (“escribo y callo”, repetiría Biotz-begietan); una tensión que, en otro nivel, se manifestaba entre el yo autobiográfico y el yo histórico en el curso de devenir escritura (“Esta es la historia de mi vida, / dije, y tampoco era”), lo que adelanta una de las dimensiones más novedosas de su obra: la de la autoficción poética, la de constituir una ficción autobiográfica (o una autobiografía ficticia), marcada por un signo ético, por la que la escritura de la memoria deviene memoria de la escritura en sus últimos libros, en un desarrollo en el que literatura y vida acaban fundiéndose (“yo quiero averiguar cómo se salva la distancia entre la vida y los libros”).

Otero no cesa de indagar en una búsqueda poética que revoluciona a cada momento su obra, que afronta el cambio como su esencia, motor dialéctico de la Historia y de la vida personal que discurren acordadas. Ya en marzo de 1949, le escribe a
 Gabriel Celaya: “Hoy día sobre todo, hace falta, es necesario llegar a todos, por lo menos a una mínima mayoría. El poeta tiene que decir cosas, […] pero bellamente”. Surge entonces su trilogía social (Pido la paz y la palabra [1955], En castellano[1959] y Que trata de España [1964]), una obra “a la altura de las circunstancias”; otros proyectos quedan abandonados entre estos. Pero encasillar la producción de Blas de Otero con la etiqueta de “poesía social” es un ejercicio rutinario de pereza intelectual, porque su obra, en todo momento, supera los límites de todas las clasificaciones; “Blas es él solo una entera clasificación”, escribió José Ángel Valente. Tal vez resultaría más adecuado hablar, como propuso el poeta en 1959, de “poesía histórica”, en un sentido amplio, para referirse a aquella que se ocupa “del hombre en una situación de lugar y tiempo determinados y hasta determinantes”; la poesía sería, así, un documento histórico de excepción. La aparición de estos libros supuso un revulsivo en el ambiente literario de la época, planteó una transformación radical de los modos de percepción poética, de las estructuras de comunicación social de la poesía, abriendo una década dominada por una lírica de corte histórico y realista; supuso, por otro lado, poner a la poesía española dentro de los parámetros europeos, vinculándola no sólo con el desvelamiento que promulgaba el modelo engagé sartreano, sino también con los planteamientos performativos que se derivaban de la filosofía del lenguaje; pero, sobre todo, supuso una problematización del medio, un ejercicio de constante indagación lingüística y de interferencia con los discursos de poder, la conciencia de la responsabilidad de la forma como base del compromiso estético, que adelanta algunas de las propuestas poéticas posteriores más interesantes.Cuando Blas de Otero se integra en el campo literario de la posguerra es ya un poeta formado, maduro (tiene 34 años cuando se publica su primer libro propiamente dicho), sin titubeos, consciente del decurso que quiere imponer a su poesía; si bien, como advertía Aleixandre, “de Blas de Otero hay que hablar siempre con provisionalidad y cuidado”, porque su obra, de una profunda unidad, está siempre sometida a constante transformación, en un proceso de búsqueda, de discernimiento, que lo entronca con los más sólidos proyectos poéticos modernos y que hace de él uno de los poetas fundamentales del siglo XX en lengua española a uno y otro lado del Atlántico. Más allá del Cántico espiritual (1942), un homenaje a San Juan de la Cruz para los actos de celebración del centenario del carmelita, escrito como “un entretenimiento en una fábrica” (“Liberación”), la de Forjas de Amorebieta, donde trabajaba en esos años, Blas de Otero hace su entrada en el mundo literario nacional “de cuerpo entero” (“Morir en Bilbao”) con Ángel fieramente humano(1950) y Redoble de conciencia (1951), una poesía “compacta”, al decir de Dámaso Alonso, que señala que “Otero es quien con más lucidez que nadie ha expresado […] los datos esenciales del problema del desarraigo”. Atrás quedan los tanteos poéticos de los años treinta, las colaboraciones en El Pueblo Vasco, en Vértice, en Escorial, la mención honorífica en el Adonais de 1943 (la no concesión del premio en 1949), los años de aprendizaje, hasta que en 1944 —el soneto “Hermana”, inédito hasta ahora, es estremecedor en este sentido— se produce la gran crisis personal y estética: “hasta entonces —escribe en Historia (casi) de mi vida—, desde mis doce años, yo había escrito infinidad de poemas, con mucho arrebato, pero con poca autoconciencia y control”. En esos dos libros complementarios, que refundirá y ampliará en 1958 en Ancia, se condensa la experiencia existencial de la posguerra mundial, la conciencia del hombre moderno arrojado a un mundo sin rumbo ni sentido.

De Cuba regresa a Madrid un 28 de abril de 1968, divorciado, rendido y enfermo, pero con una nueva concepción de la poesía que se ha ido conformando en diálogo con la revolución castrista (también con la china y la soviética), con las voces poéticas de
 José Martí, Nicolás Guillén yHeberto Padilla, pero también con aquellos “humanos mástiles” que evocaba en 1959 en “Coral a Nicolai Vaptzarov” (Vallejo, Hikmet, Machado, Maiakovski, Éluard, Celaya, Neruda, Miguel Hernández,Aragon, Alberti y Mao), atento a la producción de sus contemporáneos. Para entonces el poeta tiene ya un “aura mítica”, en palabras de Antonio Martínez Sarrión, y su nombre es ineludible en la historia de la literatura reciente y en las poéticas de autores más jóvenes (de Ángel González, Valente o Claudio Rodríguez a Manuel Vázquez Montalbán, entre otros muchos). Pero Otero da una nueva vuelta de tuerca a su poesía en esa constante decantación del lenguaje, no ya hacia lo que la crítica ha venido denominando como una “meditación integradora”, en síntesis dialéctica de su obra anterior, sino más bien hacia una nueva apertura (“poesíabierta”), hacia una liberación absoluta de la palabra poética, del libro, del verso, de sí misma, que se funda y confunda con la vida. Lleva a cabo, así, una exploración que supone una de las propuestas más revolucionarias y novedosas del momento en uno de los periodos más fructíferos de su producción personal, recogida en Hojas de Madrid con La galerna (2010), un libro capital en la poesía contemporánea (no sólo en la española).En los años sesenta son continuos sus viajes y cambios de residencia: primero a París, luego a la URSS y China, para instalarse en Cuba entre 1964 y 1968, aunque vuelve un año a Bilbao. De esos viajes surgen los poemas de Que trata de España(1964) y del inédito hasta ahoraPoesía e Historia, escrito entre 1960 y 1968, que supone una ampliación del campo poético precedente: la percepción histórica de una transformación internacional (China, URSS y Cuba), que apunta a la realización de la utopía propugnada, pero también una revolución en el lenguaje acorde con la evolución histórica, más allá de los estrechos debates patrios. En Cuba, siguiendo el camino abierto por Rimbaud yBaudelaire, escribe las prosas de Historias fingidas y verdaderas (1970), que se encuentran a la altura de la mejor prosa juanramoniana o deOcnos, de Luis Cernuda. El libro se compone como una meditación profunda sobre los tres pilares básicos de su obra toda (biografía, obra e Historia); pero lo hace en una fusión de elementos que apunta desde su forma la disolución de los límites genéricos y de la subjetividad individual, al paso de la transformación que la literatura occidental está sufriendo en esos momentos. Las inéditas Nuevas historias fingidas y verdaderas, escritas entre 1971 y 1972, continúan el camino abierto por aquellas, como en cierto modo lo hace esa medio-biografía que esHistoria (casi) de mi vida, escrita en 1969, estando ya de vuelta en España.
Habría que preguntarse qué hubiera supuesto para la poesía española la publicación de ese libro (también la de los tres inéditos que ahora se ofrecen) en su momento histórico, en plena Transición (los poemas se escriben entre 1968 y 1977), cómo hubiera podido transformar el decurso poético del periodo y sancionar algunas estéticas juveniles que, poeta atento a su mundo, Blas de Otero asumía haciéndolas propias, integrándolas en su dicción personal, en una poesía unitaria en constante transformación. Eso nos llevaría a preguntarnos también por el lugar de Blas de Otero en la poesía del siglo XX, no sólo como “el mayor de los poetas españoles de la llamada promoción de posguerra”, en palabras de Valente, o como “paradigma en la historia de nuestra literatura de posguerra”, como señaló José Manuel Caballero Bonald, sino como el autor de una de las propuestas poéticas más ricas, personales y sugerentes del pasado siglo, con una irradiación que alcanza a muchas de las voces más representativas de la poesía reciente, y que logró transformar a aquel hombre que moriría la madrugada del 29 de junio de 1979, con sólo sesenta y tres años, en un clásico de nuestra literatura (como BécquerMachadoJuan Ramón o Lorca), con esa doble faz de permanencia y continua influencia sobre cualquier planteamiento que quiera encarar una voluntad de riesgo, una aventura hacia la indagación del hombre como ser histórico.

Mucho más que la paz y la palabra

La publicación de la Obra completa de un poeta de la talla de Blas de Otero debería ser un acontecimiento literario de resonancia no solo nacional, sino internacional. Máxime si se tiene en cuenta que buena parte de la obra aquí reunida por primera vez quedó inédita a la muerte del autor o dispersa en publicaciones periódicas. Es encomiable la labor realizada por Sabina de la Cruz, compañera del poeta, salvaguarda de su legado y responsable de la edición en colaboración con Mario Hernández, al reunir en el presente volumen, junto a los libros publicados por el autor, los más de trescientos poemas de Hojas de Madrid con La galerna (2010) y una serie de textos dispersos y otros no publicados anteriormente; entre ellos, tres libros rigurosamente inéditos: Poesía e Historia, que incluye más de ochenta poemas escritos entre 1960 y 1968; Nuevas historias fingidas y verdaderas, que incluye 28 nuevas prosas escritas en 1971 y 1972, y las deliciosas casi-memorias de Historia (casi) de mi vida, escritas en 1969. La cuidada publicación del canon oteriano se hace tras meticulosa revisión de los textos conservados, enmendando las intrusiones de la censura y las erratas diversas. Aunque no se anotan variantes ni otros pormenores, las Notasfinales dan noticia suficiente de la historia textual de los libros recogidos.
Se reúnen aquí los 12 libros del poeta: los ocho libros publicados en vida del autor se presentan en orden cronológico de primera edición de cada volumen, iniciados por Cántico espiritual (1942) e incluyendo acertadamente las versiones de Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de conciencia(1951) y su reunión posterior en Ancia (1958), puesto que efectivamente se trata de tres libros diferentes; los cuatro libros que quedaron inéditos a su muerte, en orden cronológico de composición de los textos. Se completa la edición con un amplio e interesantísimo corpus de Complemento: ‘Poemas inéditos y dispersos’, con más de cien poemas, entre ellos nueve inéditos del periodo 1942-1946 cedidos recientemente por la Fundación Gerardo Diego; ‘Versiones’ de poetas en otras lenguas, y ‘Declaraciones y entrevistas’. Por un criterio de rigurosa selección, no se incluyen muchos textos de los primeros años; alguna otra ausencia posterior queda, quizás, menos justificada. No obstante, el material complementario es suficientemente rico para hacerse idea de la labor de Blas de Otero y un cierre excepcional para esta destacable edición. J. J. L.
Obra completa (1935-1977). Blas de Otero. Edición de Sabina de la Cruz con la colaboración de Mario Hernández. Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Barcelona, 2013. 1.274 páginas. 30 euros.

jueves, mayo 09, 2013

Wislawa Szymborska poemas

Wislawa Szymborska | Lo que no se dice


Retrato de mujer
Debe ser a elección.
Cambiar para que no cambie nada.
Es fácil, imposible, difícil, vale un intento.
Sus ojos son, si cabe, una vez azules, otra vez grises,
negros, alegres, sin causa llenos de lágrimas.
Duerme con él como una cualquiera, única en el mundo.
Le parirá cuatro hijos, ningún hijo, uno.
Ingenua, mas la que mejor aconseja.
Débil, mas podrá con el peso.
No tiene cabeza, pues la tendrá.
Lee a Jaspers, y revistas de mujeres.
No sabe el porqué de este tornillo y construirá un puente.
Joven, como siempre joven, todavía joven.
Sostiene en sus manos un gorrión alirroto,
su propio dinero para un viaje largo y ajeno,
un mazo, una compresa y una copa de vodka.
¿A dónde corre? ¿no está cansada?
Que no, un poco, mucho, no pasa nada.
O le quiere o se empeña.
Por lo bueno, por lo malo y por el amor de Dios.
Prospecto
Soy un tranquilizante.
Funciono en casa,
Soy eficaz en la oficina,
me siento en los exámenes,
Comparezco ante los tribunales,
pego cuidadosamente las tazas rotas:
sólo tienes que tomarme,
¡ disolverme bajo la lengua,
tragarme,
sólo tienes que beber un poco de agua.
Sé qué hacer con la desgracia,
cómo sobrellevar una mala noticia,
disminuir la injusticia,
iluminar la ausencia de Dios,
escoger un sombrero de luto que quede bien con una cara.
A qué esperas,
confía en la piedad química.
Eres todavía un hombre (una mujer) joven,
deberías sentar la cabeza de algún modo.
¿Quién ha dicho
que la vida hay que vivirla arriesgadamente?
Entrégame tu abismo,
lo cubriré de sueño,
me estarás agradecido (agradecida)
por haber caído de pies.
Véndeme tu alma.
No habrá más comprador.
Ya no hay otro demonio.
NADA DOS VECES
Nada sucede dos veces
ni va a suceder, por eso
sin experiencia nacemos,
sin rutina moriremos.
En esta escuela del mundo
ni siendo malos alumnos
repetiremos un año,
un invierno, un verano.
No es el mismo ningún día,
no hay dos noches parecidas,
igual mirada en los ojos,
dos besos que se repitan.
Ayer mientras que tu nombre
en voz alta pronunciaban
sentí como si una rosa
cayera por la ventana.
Ahora que estamos juntos,
vuelvo la cara hacia el muro.
¿Rosa? ¿Cómo es la rosa?
¿Como una flor o una piedra?
Dime por qué, mala hora,
con miedo inútil te mezclas.
Eres y por eso pasas.
Pasas, por eso eres bella.
Medio abrazados, sonrientes,
buscaremos la cordura,
aun siendo tan diferentes
cual dos gotas de agua pura.
Posibilidades
Prefiero el cine.
Prefiero los gatos.
Prefiero los robles a orillas del Warta.
Prefiero Dickens a Dostoievski.
Prefiero que me guste la gente
a amar a la humanidad.
Prefiero tener a la mano hilo y aguja.
Prefiero no afirmar
que la razón es la culpable de todo.
Prefiero las excepciones.
Prefiero salir antes.
Prefiero hablar de otra cosa con los médicos.
Prefiero las viejas ilustraciones a rayas.
Prefiero lo ridículo de escribir poemas
a lo ridículo de no escribirlos.
Prefiero en el amor los aniversarios no exactos
que se celebran todos los días.
Prefiero a los moralistas
que no me prometen nada.
Prefiero la bondad astuta que la demasiado crédula.
Prefiero la tierra vestida de civil.
Prefiero los países conquistados a los conquistadores.
Prefiero tener reservas.
Prefiero el infierno del caos al infierno del orden.
Prefiero los cuentos de Grimm a las primeras planas
del periódico.
Prefiero las hojas sin flores a la flor sin hojas.
Prefiero los perros con la cola sin cortar.
Prefiero los ojos claros porque los tengo oscuros.
Prefiero los cajones.
Prefiero muchas cosas que aquí no he mencionado
a muchas otras tampoco mencionadas.
Prefiero el cero solo
al que hace cola en una cifra.
Prefiero el tiempo insectil al estelar.
Prefiero tocar madera.
Prefiero no preguntar cuánto me queda y cuándo.
Prefiero tomar en cuenta incluso la posibilidad
de que el ser tiene su razón.

De “Gente en el puente” 1986
Alabanza a mi hermana
Mi hermana no escribe poemas
y es improbable que de pronto comience a escribir poemas.
Le viene de su madre, que no escribía poemas
,y de su padre, que tampoco escribía poemas.
Bajo el techo de mi hermana me siento a salvo:
nada impulsaría al marido de mi hermana a escribir poemas.
Y aunque suene como un poema de Adam Macedonski,
ninguno de mis parientes se ocupa de escribir poemas.
En el escritorio de mi hermana no hay poemas viejo
sni nuevos en su bolso.
Y cuando mi hermana me invita a cenar,
sé que no tiene intenciones de leerme poemas.
Hace magníficas sopas sin esfuerzo,
y el café no se derrama sobre sus manuscritos.
En muchas familias nadie escribe poemas,
pero cuando lo hacen, rara vez es sólo una persona.
Algunas veces la poesía fluye en cascadas de generaciones
que ocasionan temibles corrientes en las relaciones familiares.
Mi hermana cultiva una prosa hablada decente,
pero toda su producción literaria está en tarjetas postales veraniegasque prometen la misma cosa cada año:
que cuando vuelva me contará todo,
todo,
todo.
Amor a primera vista
Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.
Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?
Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
-quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún “lo siento”
o el sonido de “se ha equivocado” en el teléfono-,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.
Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,
una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,
que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.
Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?
Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.
Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.
Todo principio
no es mas que una continuación,

y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.

De “Fin y principio” 1993
Wislawa Szymborska (1923)  Nació en Kórnik, Polonia y vive en Cracovia.