martes, enero 24, 2006

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y el condor vuela sobre el pais del cielo


Es agradable ver como taman en sus manos el mundo los hombres que lo habitan, al menos por un momento vemos por donde podrian ir los sueños.
Que hermosas son las caras, los rostros anonimos, los rostros que plagian rios o montañas en sus ojos, y no esos otros fundidos en titanio, donde las arrugas son solo muescas invisibles de sus crimenes.
¡¡¡QUE LOS DIOSES DEL HOGAR NOS SEAN FAVORABLES!!!
ESTOS DIOSES QUE CALCAMOS CADA DIA EN LA TRANSPARENCIA DE LA ESPERANZA,
ECHEMOS A VOLAR LAS VENTANAS COMO DESDE LAS TERRAZAS DE DELHI LAS COMETAS GUIADAS COR LAS MIRADAS DE SEDA DE SUS NIÑOS.

jueves, enero 19, 2006

e incluso pueden equivocarse


que alegria en este valle de lagrimas oir ,empezar a oir la voz desconocida de estos pueblos del altiplano del alma.Es una maravilla en estos tiempos mezquinos escucharos.
Que la derrota que tomen las cosas es tal o cual otra, pero por favor si ya con saber que al fin otros pueblos toman en sus manos sus asuntos y sus cosas cuando solo a nosotros nos fue dado el poder de transformar el mundo durante mas de quinientos años e hicimos de la equibocacion y el crimen el motor de nuestro progreso, y eso empleando el nosotros en la medida en que nuestros ombros soportan los tronos de los ejecutores, y en vuestras manos el mundo algo nos alivia el peso de esta losa de silencio. Y equivocaros que vuestro error sera pan bendito para esta enorme mesa quebrada por tanta desolada abundancia

aterrados habitamos la tierra


el terror de los perros nos llena el alma de ladridos

jueves, enero 12, 2006

EL COMPRADOR DE ANIVERSARIOS

S6lo cabe ser mudo tras el horror, y Hurbinek era mudo. Sus palabras -si es que se puede llamar tales a aquellas sila­bas que salen por su boca, como el silbido de un ángel desen­gañado que se deja morir, y no proyecciones de los hombres que lo rodean en la caseta de enfermos-, sus palabras eran simulacros de un lenguaje básico, impronunciable como un nombre sagrado o maldito.

Hay palabras imposibles.

Jean Amery escribi6 en alguno de sus libros: "La palabra

cesa en cualquier lugar donde una realidad se impone como forma totalitaria". Amery estuvo en Auschwitz y sobrevivi6. Supo lo que era una "forma totalitaria" en estado puro, cuan­do la muerte era gratuita y la vida banal. Había coincidido con Primo Levi en la factoría de Buna-Monowtiz, pero nin­guno de los dos se conocía entonces. Amery se llamaba en realidad Hans Mayer y era vienes. Cambi6 su nombre en 1938, cuando se refugi6 en Bélgica. Pero he aquí de nuevo un golpe de dados del destino: escogi6 por azar el mismo nom­bre de John Amery, hijo de un ex ministro de la Guerra británico y fundador de la Legi6n de San Jorge, una sociedad militar creada para apoyar a los nazis en el seno de la Gran Bretaña. ¿Lleg6 a saberlo alguna vez? Puede que no, es irrele­vante, perversamente curioso. John Amery muri6 ahorcado por los Aliados, y Jean Amery -igual que Primo Levi - se sui­cid6 con una sobredosis de barbitúricos en un hotel de Salz­burgo en 1978, tras despreciar sin piedad la palabrería de los de los nazis, como Ernst Bertram. y Gottfried Benn. Decia Walter Benjamín que a medida que nos hacemos viejos, las palabras impactan mas, e incluso una sola palabra, por imposible que sea, puede impactar tanto como para abrir una nueva etapa, incluso la definitiva.

EL COMPRADOR DE ANIVERSARIOS


He aquí el testimonio del soldado ruso Yuri Chanicheve­rov, de diecinueve anos, quien llego al Gran Campo el pri­mer día de marzo de 1945 y miro por una ventana del barracón donde estaban Hurbinek y los demás enfermos.

"Me había apartado de la ruta que llevaba la patrulla. No podía atender a todos los que se me acercaban preguntándome en polaco y en ruso si venia a ejecutarlos o a liberarlos. No alcanzaban a distinguir una cosa u otra, al verme armado. Tropecé con varios cuerpos esparcidos aquí y alIá en el suelo de ceniza. Algunos aun palpitaban, con respiraciones entrecorta­das, agarrados a otros cuerpos ya inertes, escuálidos como perros famélicos. Entonces me extravié y fui a dar a la venta­na de una casucha. De todo el horror que fuimos encontran­do por la zona, de todos los cadáveres sin enterrar o a medio enterrar, de todos los locos que se cruzaban con nosotros gri­tando histéricos, o de todos los muertos vivientes que vagaban hasta las alambradas y se arrojaban a ellas solo para poder sos­tenerse, lo que mas me impresiono fue el interior de esa casu­cha en la que se amontonaban varios camastros con enfermos. Dentro oía sus gemidos. Estaban ateridos de frió, embutidos en unas mantas que apestaban tanto como ellos. El olor desa­gradable del ambiente me llegaba hasta la ventana. Justo debajo de ella vi a un niño que no ocupaba en la cama mas de dos o tres palmos. Su cara era muy pequeña y hundida pero sus ojos sobresalían y los tenia muy abiertos. Iba a morir de un momento a otro o eso parecía, porque estaba rodeado par otros dos jóvenes que lo miraban afligidos y le sujetaban las manos. Respiraba ansiosamente, emitía un sonido cons­te y ronco, un gemido abandonado, y no dejaba de temblalar con un gesto de dolor sin remedio. Era tan espantoso sufrimiento para mí que me figuré reunido en ese cuerpecito así inexistente todo el horror que hasta ahora había visto. Nunca lo he olvidado y creo que ese día aprendí de una sola lo distintas que son la piedad y la maldad."

EL COMPRADOR DE ANIVERSARIOS (novela de Adolfo Garcia Ortega, fabulada documentacion de la vida y de la muerte)

Tres citas como de ladron al que los ladridos de los perros convocan inevitablemente

El lugar es todo. El lugar crea la realidad. Por eso compro

realidades. Por eso compro lugares.

No se puede entender Auschwitz en su totalidad sin cono­-

cer el lugar, sin saberse de memoria el lugar en su. totalidad.

¡Cual es su clima, que color tiene la tierra, como es la nieve en Auschwitz, que se ve desde alli? Todas las fotografias del mundo no han conseguido hacerme sentir en ese lugar.

¡Que se respira en Auschwitz?

Compro memoria. Compro totalidad, es decir compro ese clima, esa tierra, ese aire. Ubicacion, en suma. En esta habita­cion de hospital de Frankfurt soy un comprador atento y deses­perado