miércoles, marzo 20, 2013

ANTONIO REGALADO, HOMENAJE


UN PASO EN EL TIEMPO de Antonio Regalado y Beth Ann Lahoski


Un paso en el tiempo. . Historias de hospitalidad a la vera del Camino del Apostol

(ISBN 10: 8477371628 / ISBN 13: 9788477371625 )

Antonio Regalado y Beth Ann Lahoski


Antonio Regalado asegura que "los 'beatniks' eran más divertidos que los del 27"

El catedrático emérito de la Universidad de Nueva York Antonio Regalado, que trató en EEUU a poetas del exilio español como Guillén y Salinas y fue amigo en Harvard y Yale de miembros de la Generación Beat, ha dicho a Efe que los "beatniks" eran "más divertidos que los de la Generación del 27".
Antonio Regalado asegura que "los 'beatniks' eran más divertidos que los del 27"

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El catedrático emérito de la Universidad de Nueva York Antonio Regalado, que trató en EEUU a poetas del exilio español como Guillén y Salinas y fue amigo en Harvard y Yale de miembros de la Generación Beat, ha dicho a Efe que los "beatniks" eran "más divertidos que los de la Generación del 27".
"Los 'beatniks' eran mi generación; eran más temerarios, se arriesgaban más y llevaban una vida menos cómoda", ha asegurado Antonio Regalado, establecido desde hace cuatro años en Estepona (Málaga), donde ha escrito su último libro, "Leyendo a Baroja" (Renacimiento), en el que reúne recuerdos de su vida y de la de su padre, el profesor republicano del mismo nombre.
Nacido en Madrid en 1932, especialista en Galdós, Unamuno y Calderón -esta semana ha dado en Madrid una lección magistral a los actores de la Compañía Nacional de Teatro Clásico para preparar la representación de "En la vida todo es verdad y todo es mentira"-, su otra devoción es Baroja, de ahí que en su último libro haya ido agrupando recuerdos al socaire de sus lecturas del escritor vasco.
"Baroja tiene lectores, la crítica no le hace mucho caso porque está en otra cosa, pero Baroja tiene lectores y sus libros se venden", ha señalado Regalado, quien en "Leyendo a Baroja" recuerda su servicio militar de un año y medio en el portaaviones "Coral Sea", en 1956, año en que leyó las novelas de tema marítimo de Baroja cruzando el Cabo de Hornos sobre 46.000 toneladas de acero.
"Los libros de Baroja los dejaba en la biblioteca del portaaviones, porque mi padre me los mandaba y no disponía de espacio para acumularlos; seguro que alguien los ha leído después", ha explicado Regalado, quien en su último libro también agrupa recuerdos previos a la Guerra Civil, como cuando durmió una siesta sobre las rodillas de Miguel Unamuno mientras charlaba con su padre.
De los poetas de la Generación del 27 guarda grato recuerdo de Dámaso Alonso: "Me hice amigo suyo cuando estuvo de profesor visitante en Harvard porque él estaba allí solo, y yo tenía 19 años y le acompañaba a muchos lugares; escribió un poema sobre el río Carlos y me lo dio para que se lo mecanografiara, pero se lo perdí; enseguida lo reescribió" sin enojarse por el extravío.
De los "beatniks" hizo mucha amistad con Gregory Corso, quien se inició como poeta cumpliendo condena en la cárcel y junto a quien, como cuenta en "Leyendo a Baroja", fue expulsado de la recepción de una elitista revista estudiantil de Harvard, no sin antes dar un brinco y agarrarse al asta de la empotrada testa de un rinoceronte disecado.
Corso cayó al suelo tras desprenderse el cuerno del animal, que resultó ser uno de los cazados por Roosevelt en el safari africano que sucedió a su segundo y último mandato como presidente del país.
"Lo nuestro obedecía a un gusto por el anacronismo, la paradoja y el mundo al revés y sintonizaba más bien con el Surrealismo". Así describe Regalado en "Leyendo a Baroja" su amistad con Corso en los primeros años cincuenta, cuando ambos defendían en ámbitos universitarios que era el mono el que descendía del hombre, y no al revés.
Tras dirigir unos cursos de posgrado para estudiantes americanos en Madrid en los años ochenta, Regalado regresó en 1992 a Estados Unidos, pero "allí ya estaba la costumbre de lo políticamente correcto, en la Universidad había un teléfono para delatar a los fumadores y los profesores dejaban abierta la puerta de sus despachos por la histeria del acoso sexual". Decidió marcharse.
Regalado, que salió de España con 8 años para reunirse con su padre en América y llegó a EEUU en 1946 tras recorrer Santo Domingo y Cuba, prefiere España a Norteamérica: "Aun reconociendo todas sus virtudes; pero la vida cotidiana es aburrida y prefiero la gente de España, a pesar de sus cosas".
Alfredo Valenzuela


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Acto homenaje en Madrid al profesor, ensayista y peregrino Antonio Regalado



MADRID. 9 de Marzo de 2013

Acto homenaje en Madrid al profesor, ensayista y peregrino Antonio Regalado


El Instituto Internacional, New York University Madrid y los Amigos de Antonio Regalado celebraron el pasado jueves 7 de marzo en Madrid, en el Paraninfo del Instituto Internacional, un acto en homenaje a la memoria de Antonio Regalado (Madrid, 1932 – Estepona, 2012), que fuera profesor y catedrático de Literatura Española de la Universidad de Nueva York hasta su jubilación en 1996 y, de vuelta a España al final de su trayectoria intelectual, peregrino y un enamorado del Camino de Santiago y de la hospitalidad jacobea a la que dedicó uno de sus últimos trabajos. El acto homenaje contó con la participación de destacados colegas, discípulos y amigos del homenajeado como Ignacio Cremades, Anjoulie Janzon, José Lasaga, Horacio Acevedo y Beth Lahosky, entre otros.

Antonio Regalado nació en 1932 en Madrid y falleció en Estepona (Málaga) el 4 de junio de 2012, tras penosa enfermedad. De niño hubo de abandonar España con su familia a causa de la Guerra Civil de 1936, residiendo primero en Santo Domingo, luego en Cuba y a partir de 1946 en Estados Unidos. Se licenció en la Universidad de Harvard y doctoró en Yale con un estudio sobre la novela histórica en Galdós. Su profunda vocación española e intelectual lo convirtió en un reputado crítico literario, ensayista e hispanista en Norte América. Profesor de la New York University, fue catedrático de Literatura Española hasta su jubilación en 1996. En la década de 1980, fue destinado a Madrid para dirigir durante tres años el Instituto Internacional (International Institute), institución pedagógica fundada en España en 1892 y sede en Madrid de la citada universidad neoyorkina. 

De aquel cometido pedagógico madrileño le surgió la posibilidad de recorrer toda España y adentrase en su origen vital, redescubriendo las grandes ciudades españolas y realidades históricas como el Camino de Santiago. Luego, tras su jubilación académica en 1996 de la Universidad de Nueva York, retornó definitivamente a España para residir en ciudades como Madrid, Logroño y Estepona (Málaga), además de embarcarse en la aventura personal del Camino de Santiago y de la hospitalidad jacobea, así como en escribir sus últimas obras. De su dilatada producción bibliográfica destacan obras como: “Benito Pérez Galdós y la novela histórica (1868-1912)” (1966); “Verdugos y ejecutados en las novelas de Pío Baroja” (1966); “El siervo y el señor: la dialéctica agónica en Miguel de Unamuno” (1968); “El laberinto de la razón: Ortega y Heidegger” (1990); “Calderón y los orígenes de la modernidad en el Siglo de Oro” (1995); “Un paso en el tiempo: historias de hospitalidad a la vera del camino del Apóstol” (2005; en colaboración con Beth Ann Lahoski); “Leyendo a Baroja” (2011); entre otras.
Imagen: Antonio Regalado en una foto de archivo / Instituto Internacional 

Fuente : Instituto Internacional

Antonio Regalado, investigador, profesor, maestro

El Imparcial: Noticias: Antonio Regalado, investigador, profesor, maestro


Ha fallecido en su casa de Estepona Antonio Regalado García a los setenta y nueve años. Catedrático de literatura española en la New York University hasta su jubilación, estudió en Harvard y se doctoró en Yale. Enseñó también en la Columbia University de Nueva York.
Comenzó a viajar por España a comienzos de los años ochenta como director del curso de cultura española que impartía su universidad en Madrid. Y así descubrió un país que había abandonado a la edad de cuatro años. Su padre, Antonio Regalado Gómez, catedrático de literatura, había ocupado cargos de responsabilidad en el PSOE durante la segunda república y la guerra civil, lo que forzó su exilio en 1939. Después de breves estancias en Santo Domingo y Cuba pudo establecerse en Estados Unidos y Antonio iniciar sus estudios en un colegio de jesuitas en Boston.
La carrera académica de Regalado ha resultado ser tan espectacular como atípica. Se doctoró con un estudio sobre la novela histórica en Galdós que molestó a los galdosianos porque el novelista no resultaba suficientemente “progre”. Luego dialectizó más de la cuenta a Unamuno en un intenso estudio titulado El siervo y el señor: la dialéctica agónica en Miguel de Unamuno. Mientras recorría España de cabo a rabo reflejó en un ensayo sus lecturas cruzadas de Ortega y Heidegger. La fascinación por el alemán y su diferencia ontológica deslucía un poco la tersa figura de una razón vital, ayuna de trascendencia. El laberinto de la razón: Ortega y Heideggerquedará como una contribución decisiva a la bibliografía orteguiana. Y culminó sus trabajos filosófico-literarios con un enorme —disculpe el lector el calificativo— libro de más de mil quinientas páginas sobre un Calderón, una vez más, alejado del tópico. El gran dramaturgo barroco representa junto a Descartes o nuestro Cervantes otra de las puertas de acceso a la modernidad y una de sus oportunidades perdidas. Regalado no solo recuperaba la obra entera de Calderón, incluidos los autos sacramentales sino que reconstruye los trescientos años que comunicaban al escritor barroco con las obras mínimas de un Samuel Beckett, pasando necesariamente por Leibniz, Goethe, Schopenhauer o Walter Benjamin. Descansó después con un hermoso libro sobre el camino de Santiago, escrito en colaboración con su discípula Beth Lahoski, Un paso en el tiempo: historias de hospitalidad a la vera del camino del Apóstol, y publicó finalmente un ensayo sobre Pío Baroja.
Y digo “finalmente” porque como él mismo refiere en su prefacio, se trata de un libro que llevaba escribiendo —y “desescribiendo”—cuatro décadas. Leyendo a Baroja es la reconstrucción de sus lecturas barojianas, escrita con la técnica de la cesta de cerezas: al evocar una novela, ésta tira de una vivencia, de un recuerdo, de un acontecimiento que da relieve al siglo que le tocó vivir. Y así escribió el libro que no quería escribir para no ser más que lector de Baroja, no profesor-profanador del misterio de la obra de arte.
Y están las obras que no escribió pero que podría haber escrito si ese pudor al que me he referido no se lo hubiera impedido; y las que escribió pero que no tuvo tiempo ni oportunidad --¡ay!, no respetaba las reglas—de publicar, como un monumental ensayo sobre fiestas populares españolas que había vivido una a una.
Fue un investigador de primera, según las más elevadas exigencias de la universidad norteamericana, un magnífico profesor y un maestro en el viejo y único sentido que admite este término, el socrático. Yo tuve la suerte de conocerlo en este papel y de beneficiarme de las tareas que me imponía. No hará ni un mes que quiso venir a mi clase de Historia de la Filosofía de 2º de bachiller para hablar a los chicos de la obra de Calderón En la vida todo es verdad y todo es mentira que habían ido a ver en el reciente montaje de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, que Antonio había asesorado, por invitación suya. Le recordaré dialogando con ellos y recitándoles el monólogo de Segismundo en La vida es sueño

NOTICIAS DE ANTONIO REGALADO, Una temporada en el infierno

Una temporada en el infierno




Leyendo a Baroja (Renacimiento) de Antonio Regalado…
De entrada, quizá sea indispensable recordar algunas cosas esenciales.
Antonio Regalado es un sabio. Uno de los más grandes críticos, filólogos y analistas de la cosa literaria de nuestro tiempo, en lengua castellana. Tomadas por pequeñas mafias de personajes insignificantes, las academias (lengua, historia) lo han ignorado. La universidad se ha privado de sus servicios. Plumíferos, periódicos y publicaciones lo han ignorado durante décadas.
Dicho eso, Regalado hizo toda su brillante carrera universitaria en la costa Este americana (Yale, NY), viajó por no sé cuantos continentes, para terminar refugiándose en Estepona y huir de lo políticamente correcto estadounidense, con una libertad de palabra muy barojiana.
Sus grandes ensayos sobre Unamuno, Ortega, Galdós y Calderón son monumentos indispensables, por muchas razones.
Benito Pérez Galdós y la novela histórica española quizá sea el libro más importante que se ha escrito sobre el tema: es decir, algo indispensable para comprender un siglo XIX donde florecen no pocas de nuestras catástrofes e historia moderna.
La dialéctica agónica de Unamuno restaura en sus grandísimas proporciones la figura de un poeta y pensador sencillamente sepultado en la tumba de la ignorancia colectiva.
El laberinto de la razón: Ortega y Heidegger establece una relación esencial entre los dos grandes maestros. Siendo Heidegger el más grande de los filósofos del siglo XX, esa relación confiere a Ortega una dimensión muy fuera de lo común… La lengua en el lupanar1 y 2.
Calderón y los orígenes de la modernidad en el Siglo de oro es una obra monumental… algo único en su género, ya que instala y confirma a Calderón a la altura de los más grandes dramaturgos universales de todos los tiempos… ¿Quién es Calderón? 1 y 2.
Calderón está por descubrir…” decía Antonio Regalado al terminar una de sus conferencias, no sin cierta malicia. Otro tanto ocurre con su obra.
Leyendo a Baroja es el menos académico, el más divertido y más íntimo de sus libros. El fruto de más de medio siglo de lecturas ininterrupidas, iniciadas en la muy primera juventud, siguiendo los consejos de un padre desterrado, profesor, autoridad moral y académica, condenado al exilio, caribeño y estadounidense.
“Prólogo” a otro libro sobre Baroja -sospecho que mucho más académico- esta Lectura… también es un libro iniciático. El maestro, en su madurez definitiva, cuenta la historia de sus amoríos librescos, desde la adolescencia, con extrema vivacidad, cala tras cala, aventura tras aventura, a lo largo de una vida de pasión, amor y “redención” barojiana.
Cada libro, cada descubrimiento, cada obra de Baroja, remite a otros libros, otras obras, otros personajes, unidos por el hilo de la ilusión más profunda: otros libros, obras y personajes de la literatura universal, cuyo descubrimiento coincidió, de palabra y de obra, con el descubrimiento de don Pío.
Así, en la memoria de Antonio Regalado se cruzan obras y personajes como don Pedro Salinas, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Faulker, Flaubert, Proust, Gregory Corso, Cela, Thomas Mann, Joyce, Dos Passos, Borges y un largo etcétera. La memoria de Regalado establece relaciones, paralelismos, ecos, de prodigiosa riqueza, con matices y anécdotas sabrosas e indispensables.
Recordado por Regalado, Jorge Guillén queda muy empequeñecido en una Sevilla peor que franquista. Cela nos recuerda su rostro más torvo. Dámaso Alonso y Borges poseen una diamantina humanidad. Don Pío… Don Pío crece vertiginosamente, a la luz de sus primeros lectores estadounidenses, viajando por las aguas de varios océanos en la maleta del joven Regalado, joven díscolo con amigos beatniks en un portaviones de la marina de guerra de los EE.UU. donde él cumple un accidentado servicio militar.
Al final de ese periplo cosmopolita, Regalado desemboca en una novela mítica e ignorada, que yo contribuí a “descubrir”, El Hotel del Cisne. Consagré a ella una de mis primeras locuras, Baroja, surrealismo, terror y transgresión.
Tantos años después, escribe Regalado: “Baroja no tuvo mucha estima por el surrealismo, aunque algunos de los sueños de Pagani hubieran podido pasar en aquel momento por textos surrealistas…” A partir de ahí, Regalado evoca el paralelismo del Hotel del Cisne barojiano con el hotel y las cofradías de El Bosco, en El carro de heno… comparación sobre la que también me extendí mucho en mi locura personal. Detalles que, tantos años después, me emocionan un poco.

Mis respetos, Maestro.

12a05 AValenzuela Antonio Regalado








12a05 Antonio Regalado

jueves, marzo 14, 2013

Juan Sánchez, dramaturgo, alma de La Zaranda | Cultura | EL PAÍS

Juan Sánchez, dramaturgo, alma de La Zaranda | Cultura | EL PAÍS
uan Sánchez, 'Juan de La Zaranda', dramaturgo. / DIARIO DE CÁDIZ


La Zaranda (premio Nacional de Teatro 2010) es un grupo mítico en Latinoamérica y una formación de culto, ritual y poética para las gentes de la escena europea. Su trayectoria e historia no hubieran sido las mismas sin Juan de la Zaranda, seudónimo que siempre utilizó Juan Sánchez desde que fundara este grupo en 1978 con los que siempre llamó sus hermanos, alguno incluso de sangre: Paco de la Zaranda, Eusebio Calonge, Gaspar Campuzano y Enrique Bustos.
Todos ellos también eligieron como nombre Teatro Inestable de Andalucía La Baja, dejando claro de esa manera su nomadismo y su precariedad, y todos ellos velaron ayer el cuerpo de Juan en el tanatorio de Jerez de la Frontera (Cádiz). Ciudad en la que todos nacieron y crecieron, en la que Juan nació en 1954 en la calle Juan Sánchez, en la que falleció el martes a las cuatro y media de la madrugada (hora a la que tantas veces se retiraba) y en la que será incinerado hoy a las once de la mañana. Preguntado su hermano Paco sobre la causa de la muerte, contestaba con apenas un hilo de voz, al más puro estilo zarandiano: “¿La causa de la muerte? Pues la vida. Estaba mal”.
En una pequeña autobiografía de Juan escrita con su seudónimo de escribidor, el dramaturgo afirmaba: “Grito claramente la esencialidad de mi obra con el Teatro de la Zaranda, con los que escribo: Los tinglaos de María Castaña (1982), Ojú, ojú, ojú (1983), Mariameneo, Mariameneo (1985) y Vinagre de Jerez, subtitulada Estudio dramático para una seguiriya (1987)”. Con esta última obra, La Zaranda hizo gira por medio mundo consiguiendo, más que espectadores fieles, auténticos feligreses de un culto escénico que nadie pudo ni supo imitar sobre un escenario y cuyo relevo tomó con pulso firme Eusebio Calonge, autor de La Zaranda y un trasunto contemporáneo de Valle-Inclán (con el que guarda un asombroso parecido físico… y mental), investido con el aliento poético de Juan Sánchez desde que el dramaturgo fallecido ayer iniciara su silenciosa retirada. Poco antes de emprenderla, escribió: “No sé lo que busco. ¿Una verónica de Rafael de Paula, un verso de Antonio Machado, un cante por bajito del Monea? Los nombro con prudencia, me desdigo, me repito, avanzo y retrocedo. Tal vez el intento de devolver al teatro ese eco de seguiriya que la historia me prestó”.
Desde esos primeros cuatro espectáculos marcados, ya para siempre y hasta ahora, por la poética de Sánchez, el sello de los zarandos, como les llaman en la profesión teatral, es convertir su teatro en un rito, no en una forma de hablar sino de actuar: “El origen del teatro es anterior a la escritura y el hablar se convierte en una acción, y esta acción no es propia sino revelada (...) porque en el teatro, como en la vida, nuestras obsesiones fundamentales: el amor, la muerte... van más allá de lo cotidiano, ocupan también nuestros sueños”.
Para un grupo como La Zaranda, el texto es una semilla que el autor deja caer en los personajes, y la mayoría de las veces, “los actores destrozamos esa semilla, tiene que morir para que salga algo vivo entre nosotros; los personajes que crea la compañía, que han creado Juan y Eusebio, habitan en la conciencia del espectador y el actor busca un recuerdo imborrable en la memoria del público. Si conseguimos eso significará que el misterio oculto en la obra habrá aflorado”, afirmaba no hace mucho Paco de la Zaranda refiriéndose al teatro escrito para ellos por Calonge y el dramaturgo ahora desaparecido, que siempre buscaba con su escritura descubrir lo más íntimo y silencioso que habita en la soledad del ser humano y para ello siempre renunció a la chabacanería, a lo fácil, al pelotazo, a la cacharrería intelectual y al andalucismo barato. Quien ha visto alguna vez en un escenario a La Zaranda sabe que lo que este grupo ofrece es algo más que teatro y que su poética, sus mundos apocalípticos, su estética y su ética de perdedores y, sobre todo, su ritual mirada lúcida, cruenta, tierna y existencialista tiene su origen claro y diáfano en la escritura dramática de Juan Sánchez, amigo íntimo de artistas flamencos como Ana y Manuel Parrilla, Diego Rubichi y Manuel Morao (y su compañía de Gitanos de Jerez), con quienes trabajó y para la que creó el espectáculo Tierra cantaora. Otros de sus trabajos fueron La vida es así y solo Dios, que la ha hecho, sabrá el porqué y en 1992 Antígona Monge, un estudio flamenco sobre la obra de Sófocles, Sur-Hondo (cuatro estaciones para el baile) o Pregón Mascandé.