sábado, abril 29, 2017

¿Se dirige el mundo hacia una nueva Guerra Fría? | Noticias de Rusia | RBTH

¿Se dirige el mundo hacia una nueva Guerra Fría? | Noticias de Rusia | RBTH

¿Se dirige el mundo hacia una nueva Guerra Fría?

24 de abril de 2017 NIKOLÁI SHEVCHENKORBTH
A pesar de la llegada al poder de Donald Trump, aumenta la tensión entre Rusia y EE UU. Expertos analizan las diferencias y similitudes entre ambos periodos.
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El último mandatario soviético, Mijaíl Gorbachov, que repetidamente ha alertado sobre una posible nueva Guerra Fría volvió a declarar: “El lenguaje de los políticos y el personal militar de alto rango es cada vez más militante. Las doctrinas militares se formulan cada vez con más dureza. (…) Todos los indicadores de la guerra fría están ahí”.
El analista Fiódor Lukiánov escribió que la posibilidad de una segunda Guerra Fría se ha convertido en el cuento del pastor y el lobo. Sin embargo, recientemente ha cambiado el tono: “Esta vez el antiguo presidente de la URSS está en lo cierto”.
El ruido entre Rusia y EE UU es cada vez menos comedido y los líderes de ambos países hablan cada vez más de la pérdida de confianza. Aunque los expertos apuntan a inquietantes paralelismos con la Guerra Fría, muchos creen erróneamente que la situación entre Washington y Moscú es más inestable que durante la Guerra Fría.

¿Guerra Fría 2.0?

Actualmente la escalada de tensión geopolítica alienta conflictos locales en todo el mudo, de manera similar a lo que ocurría en la Guerra Fría. La situación en Siria y Ucrania son ejemplos actuales de ello.
Pero aunque aumente la situación de desconfianza Rusia y EE UU la ausencia de una confrontación ideológica hace que los expertos no hablen seriamente sobre la vuelta de la Guerra Fría.
“La gran diferencia es que entonces los dos mundos estaban muy aislados entre sí, mientras que ahora […] han interiorizado, en muchos sentidos, la misma visión del mundo”, declara  Mark Galeotti, investigador en el Instituto de Relaciones Internacionales de Praga.
A pesar de que hay señales que se interpretan prematuramente como augurios de una nueva Guerra Fría, el estado actual de la situación no es como lo era en la segunda mitad del siglo XX.

Las únicas diferencias no son la visión del mundo compartida y la ausencia de una lucha ideológica. “Ambos países son todavía las mayores potencias nucleares del mundo, pero la fuerza militar ha ido perdiendo importancia en las últimas tres décadas”, explica Borís Stremlin, profesor de Relaciones Internacionales y experto en la historia de la Guerra Fría.
“El nivel de poder duro de las dos partes ya no es conmensurable. Además, y esto es más importante, en el sistema internacional actual hay más actores que no pueden ser disciplinados de manera eficaz por ninguna de las partes”, declara Stremlin.
En otras palabras, Rusia y EE UU son incapaces de resolver problemas internacionales sin involucrar a otros países con influencia regional y global. La era en la que se tomaban decisiones cara a cara entre los dos se evaporó con la caída de la URSS. Actualmente para hacer una gestión de crisis exitosa hay que incluir a todas las partes implicadas. Esta situación genera muchos riesgos y es muy impredecible, de modo que, inconscientemente, se recurre a un escenario más estable, como de Guerra Fría, para encontrar un punto de referencia, afirman los expertos.

Vuelta al futuro

“La ironía es que aunque Occidente vuelva a los estereotipos que retratan a Rusia como una amenaza, el concepto de Guerra Fría sirve como remedio para encontrar puntos de referencia en un mundo que es mucho más complicado, fluido y difícil de comprender”, declara Antón Fedyashun, director del Instituto Carmel de Cultura e Historia Rusas en la American University de Washington D.C.
En el mundo actual, en el que la amenaza terrorista está siempre presente, “parece que la bipolaridad de la Guerra Fría fue un periodo de relativa estabilidad. Había un enemigo identificado y al que se podía acceder mediante la diplomacia. Los conflictos actuales son mucho más abiertos”, dice Fedyashin.

A pesar de la agresiva retórica de la Guerra Fría, EE UU y la URSS “estaban básicamente de acuerdo sobre cómo gestionar el mundo. Hoy en día la causa principal sobre la vuelta del conflicto es que nadie tiene claro cómo puede ser la gestión del mundo y eso lleva a que haya tensiones”, continúa Stremlin.
Una de las preguntas más acuciantes y que nos remite a la Guerra Fría, a pesar de las diferencias, es si los líderes internacionales necesitarán el equivalente a una Crisis de los Misiles de Cuba – como se cuestiona Fiódor Lukiánov – para poder comenzar a construir un nuevo sistema para la gestión de las crisis internacionales y quizá de colaboración global.
Aunque mientras los académicos hablan de la necesidad de cooperar, parece que los políticos continúan inmersos en la Guerra Fría 2.0.

sábado, abril 01, 2017

La “Fuente” de Marcel Duchamp cumple cien años

La “Fuente” de Marcel Duchamp cumple cien años | Periodistas en Español



La crítica coincide en situar el urinario del artista francés en el origen del arte contemporáneo

El 2 de abril de 1917, se cumplen ahora 100 años, fue una fecha importante para la historia del arte. Ese día un artista francés que acababa de llegar a los Estados Unidos caminaba por las calles de Nueva York acompañado de dos colegas americanos, Walter Arensberg y Joseph Stella. Los tres llegaron a J.L. Mott Iron Works, un almacén de la Quinta Avenida en el que se vendían objetos de construcción, saneamiento y fontanería. Los tres amigos entraron en el almacén y el francés compró una de las piezas que se exhibían en el escaparate. Se llamaba Marcel Duchamp y su adquisición fue un urinario de pared modelo Bedfordshire. Ya en su estudio, lo colocó sobre un soporte plano, firmó sobre su superficie con un seudónimo, R. Mutt; una fecha, 1917, y decidió ponerle el nombre de “Fontaine” (Fuente) y bautizar el nuevo estilo con el nombre de readymade, algo así como arte prefabricado.
Alfred Stieglitz, La Fuente, R. Mutt, 1917
Alfred Stieglitz, La Fuente, R. Mutt, 1917
Envió el objeto a la Exposición de Independientes de 1917, la mayor muestra de Arte moderno celebrada hasta entonces en los Estados Unidos. El objetivo de Duchamp era cuestionar el concepto de obra de arte tal y como la entendían los académicos y los críticos.
Se trataba, evidentemente, de una provocación y, en efecto, provocó una mezcla de consternación y de rechazo: fue considerada ofensiva y vulgar por los organizadores de la muestra. “Fuente” fue retirada de la exposición y desapareció. Su único rastro es una fotografía tomada por Alfred Stieglitz.
El origen de “Fuente” se encuentra en el concepto de objet-trouvé de los surrealistas, entre cuyos principios innovadores estaba proponer que cualquier objeto pueda ser una obra de arte, así como sostener que la artisticidad no viene dada por la calidad sino por el contexto.
Duchamp había perdido la batalla pero con el tiempo ganó la guerra. En la actualidad hay quince copias de “Fuente” firmadas por Duchamp distribuidas por todo el mundo y se ha convertido en una de las obras más influyentes de todo el siglo XX, iniciadora de un debate que no ha parado desde entonces, el de “qué es el arte”. La influencia de Marcel Duchamp es una de las más omnipresentes en el arte contemporáneo, desde el futurismo y el conceptualismo al pop art.

La huella de Duchamp en el arte contemporáneo

Decía Joseph Beuys que todo ser humano es un artista. “El espectador es coautor”, vienen a afirmar Umberto Eco en “Obra abierta” y Hans Robert Jauss en “Estética de la imagen”.  De entre las funciones que Charles Lalo sugería para el arte, la que se impone actualmente es la de la diversión. Todo pudo comenzar cuando Duchamp convirtió aquel urinario en una obra de arte, pero desde los años 50 del siglo XX, el momento en que Yves Klein inició el movimiento de arte conceptual con la presentación en París de su exposición Vacío, que dio lugar a los ‘happening’, las ‘performances’, el Land art y las antropometrías de los body painting (en las que Klein utilizaba como pincel cuerpos desnudos untados de pintura), el ingenio y la provocación se han convertido en los grandes protagonistas del arte contemporáneo, al que se asiste entre el interés, el asombro y el escepticismo.
Los excrementos enlatados de Piero Manzoni en latas con el rótulo “Merde d’artiste” que la Tate Gallery compró por más de 30 000 euros la pieza, los cuadros de Andy WarholRauschenberg y Chris Ofilipintados respectivamente con orina, basura y boñiga de elefante, la chaqueta de piel tirada en un rincón, de Jim Hodges; los globos de Friedman, unidos por cuerdas de las que cuelgan un par de calzoncillos, la pelota de baloncesto flotando en un tanque de agua, de Jeff Koons, el perro que el “artista” conocido como Habacuc dejó morir de hambre atado a una cuerda en 2007 en la Galería Códice de Nicaragua… forman una cadena interminable de obras bautizadas con la etiqueta ‘arte contemporáneo’ que para asombro de muchos alcanzan importantes cifras de ventas en subastas y galerías.
Dentro de este movimiento hay que destacar a Maurizio Cattelan, quien reunió en noviembre de 2016 sus obras más conocidas en una retrospectiva en el Guggenheim de Nueva York titulada “Not Afraid of Love” (Sin miedo al amor): los niños ahorcados, el Papa de Roma aplastado por un meteorito, un Hitler con cuerpo de niño…
La primera exposición de Cattelan había sido en una galería de Bolonia en 1989: consistía en un cartel colgado a la entrada que ponía “Vuelvo enseguida”. Una de sus últimas obras la expuso el año pasado en el Guggenheim de Nueva York: un retrete de oro macizo de 18 quilates titulado “America”. La taza del wáter se podía utilizar y las colas duraban todo el día. A la salida, las televisiones esperaban a los usuarios, que hacían declaraciones sorprendentes: uno de ellos dijo que no había podido hacerlo aunque se había aguantado todo el día y una mujer declaró que lo mejor de la experiencia había sido ver cómo el agua de la cisterna se llevaba… a Donald Trump.
Una de las obras más conocidas y polémicas del arte contemporáneo es un tiburón conservado en formol al que su autor, el artista británico Damien Hirst, tituló  La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo (los títulos aquí suelen ser tan polémicos como la propia obra). El magnate de la publicidad y coleccionista de arte Charles Saatchi lo vendió al millonario Steve Cohen por 12 millones de dólares para donarlo al Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York. A los pocos meses hubo que sustituirlo por otro ejemplar, ya que el original se descomponía. Otra obra de Hirst, “Por el amor de dios”, una calavera con 8600 diamantes incrustados, se convirtió en la obra de arte más cara de un artista vivo: 50 millones de libras.
El Premio Turner, que se falla cada año en Inglaterra, se ha convertido en uno de los más esperados y polémicos: es el que ha encumbrado los animales seccionados de Damien Hirst, la Virgen María pintada con excrementos de elefante de Chris Ofili,  la cama deshecha de Tracey Emin, las obscenidades sexuales de Paul McCarthy, el caballo muerto de Berlinde de Bruyckere o la habitación con una luz que se apaga y se enciende de Martin Creed.
El 29 de mayo de 2014 durante una performance, Deborah De Robertis se situó con las piernas abiertas justo debajo del cuadro “El origen del mundo” de Gustave Courbet que cuelga en el Museo D’Orsay de París y abrió con las manos su sexo a las miradas del público. Su objetivo: eliminar la distancia artística entre la obra de Courbet y los espectadores. Al año siguiente la misma artista se desnudaba delante del cuadro “La Olympia” de Manet, que presenta el cuerpo desnudo de una prostituta. Se trataba de una reivindicación feminista, al modo de las que hacían las Guerrilla Girls para protestar por el ínfimo porcentaje de mujeres artistas presentes en los museos de todo de mundo y porque para entrar en ellos las mujeres han de desnudarse (referencia a los cuadros de desnudos femeninos en todas las épocas).
El efecto sorpresa que persigue el arte contemporáneo ha dado lugar a situaciones increíbles, como  cuando en octubre de 2015 una limpiadora de un museo de arte moderno de Bolzano (Italia) envió a la basura una instalación de Sarah Goldschmied y Eleanora Chiari formada por botellas vacías, cajetillas de tabaco y confeti pisoteado que simbolizaban, según las artistas, el fin del consumismo y la especulación financiera. O la creencia de que el apuñalamiento de una mujer durante la Art Basel de Miami en diciembre de ese mismo año fuese tomada por una performance al haberse producido frente a una instalación titulada “The Swamp of Sagitarius” de la artista Naomi Fisher. Una de las últimas fue la dramática escena del asesinato en Ankara del embajador de Rusia en Turquía, Andrey Karlov, durante la presentación de una exposición en una galería de arte mientras los asistentes pensaban en un primer momento que se trataba de otra representación.
Y, en fin, para terminar y cerrar el ciclo, volvemos al urinario de Marcel Duchamp para dar cuenta de que los artistas Kendell GeersBrian EnoBjörn KjelltoftYan ChaiJian Jun Xi y Pierre Pinoncelli, se dedicaron entre 1993 y 2006 a visitar los diferentes urinarios de Duchamp dispersos por todo el mundo para orinar en ellos y así reactivar su impulso.