miércoles, noviembre 28, 2007

sobre ALEJANDRO FINISTERRE





Alejandro
Finisterre,
la dignidad
del exilio
Juan Carlos Valle
Estáis ahí, muertos como si fueseis a vivir toda la vida: humillados como muertos sin el orgullo de estar muertos, sin
la alegría de estar vivos como lo están los muertos: Sois los vivos.
Cultura e Sociedade
Revista da Asociación Cultural Fuco Buxán • Primeiro semestre de 2007 [31]
Cultura e Sociedade
en las cárceles, que en los arrabales o el
barrios altos de todo el mundo, es mi
pequeña contribución a la Humanidad,
demostrando que estuve aquí, que estuve
vivo...”
Herido en Madrid, acaba en el Hospital de
Sangre de Barcelona. Allí es donde, entre
otros inventos, dará a luz el futbolín
(“Javier Altuna, también refugiado, es
quien me hizo la mesa y torneó las figuritas.
Y el líder Joan Busquets, un anarquista
de Monistrol, que tenía una fábrica de
gaseosas, lo vio y me animó a patentar el
invento”.) Son los muchachos mutilados
los que le empujan a ello. Enamoriscado
de una enfermera que les entretenía
tocando el piano, y a la que él le pasaba las
hojas de la partitura, invento un pasahojas,
que más tarde, en concepto de
resarcimiento, ya en Paris, le facilitaría
marchar a Sudamérica. Pero, antes y después,
ya vivido el primer exilio,
el dejar Galicia y asentarse en
Madrid con sus padres, hace un
recital con poemas de León
Felipe, participa en la creación
de la Asociación de Idealistas
Prácticos, y ya escribe poemas,
cosa que hará hasta su muerte.
Ecuador, Guatemala, México,
Estados Unidos, África, y parte
de Europa, son los mojones de
su riquísima derrota.
En Ecuador saca a la luz el primer
numero de ECUADOR 0º
00´000´´, los siguientes se publicarían
en Guatemala, en México...
Pero el futbolín aún le daría de
vivir un poco: En Guatemala, de
la mano de los fabricantes de
caoba Santa Maria, los mejores
del mundo, indígenas, saca al
mercado y llena los rincones de
futbolines. La mafia llega a interesarse
por ellos pero no llega a
acuerdos, lo cual no impide que
aparezcan los juegos en el mismo
Estados Unidos. Sería en
esta época cuando el golpe militar
de Castillo y su intento de
retornarle a la España de Franco,
le convertiría en el primer secuestrador de
aviones de la historia: ya en el avión, prepara
un simulacro de bomba con una pastilla
de jabón y cordones y al grito de “¡Soy
anarquista español y jamás viviré en una
cárcel franquista!”, hace que el avión dirija
su rumbo a Méjico, que sería su hogar por
muchísimo tiempo. Aquí es donde dará
cuerpo a su queridísimo oficio de editor,
publicando a los más grandes poetas del
exilio y a muchísimos americanos: León
Felipe, Juan Larrea, Américo Castro,
Octavio Paz, etc, y conocerá, en viajes por
el continente, al resto de protagonistas,
intelectuales, artistas y poetas que tanto
han influido en lo mejor que tenemos y a
pesar de ser tanto lo que ignoramos.
Galicia ha estado constantemente en su
corazón y en su pensamiento. Las palabras
de Méndez Ferrín son certeras: “En realidade
este Finisterre bon e xeneroso de actividades
múltiples, sempre difusas e ao servizo
da liberdade e de Galicia, mais que
escritor foi un xenial metteur en scène que
enchía de representacións comprometidas
e combatentes o teatro da vida”
Murió aquí, entre nosotros, muy querido,
con su entregada y amorosa compañera,
Maria Herrero, siempre a su lado. En algún
momento, muy disgustado por el trato
que el Ayuntamiento de Zamora dispensó
al legado de León Felipe que él les traspasó,
asunto que para él fue siempre de una
importancia vital, ya que como albacea y
amigo, entregó parte de su vida a su
defensa y conservación. Pero le recodaremos
charlando hasta el ultimo momento,
desplegando su prodigiosa memoria, su
venturosa y habitada vida, un poco socarrón,
un pirata bueno y un sabio enamorado.
“Si, son hermosas/ las rosas/y es el gusano
mi hermano./Pero amo más las algas que
las rosas/ y el pez más que el gusano./Soy
de la mar./Cuando vaya a dar a luz,/echadme
a la mar:/quiero dar a luz/estrellas de
mar./Soy de Finisterre, soy marino:/echadme
a la mar en submarino/de pino/de
Finisterre (sin pintar)/ Soy de la mar.”
Gracias por haber existido y porque siempre
queda pendiente una partida de futbolín,
motivo suficiente para volver a vernos.
“Tu mirada
es la piel del
mundo”
Alejandro Finisterre, foto de Gabriel Tizón
[32]

lunes, noviembre 26, 2007

Alegria: conozco a Angel Gabilondo



"La alegria es un desafío" (*)


por Angel Gabilondo, catedrático de metafísica


Tengo 57 años. Nací en San Sebastián y vivo en Madrid. Soy rector de la Universidad Autónoma de Madrid. Estoy casado y tengo dos hijos. En política me interesa la innovación, lo atrevido y lo discutible. Creo que no se agota todo lo que hay en lo visible. He dado una conferencia, Artesanos de la belleza de la propia vida, en el CCCB


¿Cómo es una vida bella?


Desde luego, no es un artefacto, algo acabado y perfecto. Yo creo que somos artífices de nuestra vida, nos vamos haciendo.

- Elija un camino.

- La sencillez. Hay que saber mucho para ser sencillo. La sencillez es un resultado; la simpleza, un estado primario. Me gustaría llegar un día a ser sencillo.

- Ya, pero cómo se llega...

- Desde luego, no solo. Uno solo se ensimisma, se enquista, se vuelve autosuficiente. Creo que necesitamos el desafío permanente de los otros, esa irrupción que nos trastorna y nos altera pero que nos hace vivir.

- ¿Y por qué el otro nos trastorna tanto?

- Porque no es otro como yo. En general, no buscamos al otro, buscamos a alguien como nosotros para no vernos muy desafiados. Pero es una suerte encontrarse en la vida con alguien otro de verdad.

- La alegría no ha de reducirse a la llamada felicidad, dice usted.

- Hay éticas de la felicidad e incluso anuncios televisivos en los que se dice: "Sopas hechas con felicidad"; parece que es un ingrediente, un aditamento. Yo más bien apostaría por la alegría, por el gozo de vivir.

- La alegría se cultiva.

- La alegría es un desafío, algo por lo que hay que luchar. No comparto los discursos quejosos de esa gente que está siempre gimiendo y lamentándose. En una sociedad blanda, acomodada y tibia, la queja se ha convertido en un instrumento que se utiliza con demasiada facilidad.

- La alegría da trabajo.

- Hay que emprender cosas, sí. En general, estamos muy aburridos y eso nos produce una vida gris más o menos adornada. La alegría nace del desafío, de correr el peligro de vivir, de hacer de la vida una experiencia.

- Pensar diferente, ¿cómo hacerlo?

- Hay que vincular el pensar al vivir y a nuestras palabras. De manera que digamos lo que pensamos, y pensemos y hagamos lo que decimos. Un pensamiento implicado en la transformación de uno mismo es muy innovador, porque el pensamiento empieza por transformarse a sí mismo.

- La curiosidad mueve al pensamiento.

- Sí, la curiosidad de ver si podemos ser otros que los que somos. Pero nuestro pensamiento es poco curioso, tiende a confirmar lo que ya existe en vez de crear algo distinto.

- ¿Y cómo sacudirse las telarañas?

- En general, somos seres aislados y tenemos una idea de las relaciones personales como si fueran un movimiento que lleva del uno al otro, una especie de yo yo y tú tú. Si uno piensa en Platón, entenderá que el eros, el amor, es el movimiento que pone a los dos en la dirección de algo.

- Hasta que empiezan las diferencias.

- Encontrarse a alguien con quien iniciar un itinerario hacia alguna cosa distinta es un regalo fantástico, pero hay que valorarlo. Deberíamos ser como los archipiélagos, conjunto de islas unidas por lo que las separa.

- Después de tantos filósofos, ¿cuáles son las conclusiones que le han servido para vivir?

- La intensidad es un factor determinante para la dicha. No se trata, creo, de hacer grandes cosas extravagantes, sino de cuidar los detalles de la vida, darle mucha intensidad a cada instante. Piense en esos animales que viven cuarenta horas...

- ¿Dar belleza a nuestra forma de vivir?

- Sí, pero en el sentido griego, en el que la bondad, la belleza y el bien están unidos. Nosotros hemos hecho de la belleza algo esteticista que se logra a través de una especie de ataques de atletismo, pero hemos olvidado cultivar nuestro modo de ser.

- Me sabe mal hablar en este contexto de la muerte.

- Entonces, mejor hablar como mortales, entendiendo que cada instante no volverá. A mí, ser mortal me ayuda a vivir gozosamente y a darle a cada instante mucha fuerza.

- Es curioso que nos empeñemos en vivir como si no fuéramos mortales.

- Porque vivir como un mortal es exigente. A mí, lo que me asusta es echar a perder la vida. En realidad, nos pasamos la vida ocultando que somos efímeros (en griego: seres de un día). Somos cotidianos, como el pan, como el periódico; somos de a diario, y esto no es un obstáculo para la alegría.

- Pero nos llenamos la vida de obstáculos.

- Toda una gran operación para olvidar. Desde luego, esa obsesión por el trabajo sólo puede deberse a algún tipo de olvido. Si tuviéramos esa conciencia de finitud, probablemente seríamos menos productivos.

- ¿Qué idea le sacude a usted más?

- Lo que más me ha costado es aceptar la soledad y el fastidio constitutivo, aprender a vivir con esa incomodidad que llevamos dentro y que casi siempre le achacamos a otro.

- Sé a qué incomodidad se refiere, ¿pero de qué se trata?

- Somos personas quebradas, no somos seres acabados ni plenos. Hay que entender que no es que tengas una herida, sino que eres una herida. La gente que no asume eso suele ser muy quejumbrosa y culpa a los demás de esa incomodidad que nos constituye.

- ¿Qué hacer cuando sufres?

- Luchar: yo no creo que el sufrimiento redima. El sufrimiento destruye y deteriora, no construye. A mí, la gente sin placer me parece peligrosa y resentida, me asusta.

- ¿Con qué idea se quedaría?

- El lenguaje es un principio extraordinario de realidad; el pensamiento es acción. El problema es que hay mucha actividad y poca acción, porque una acción produce una verdadera transformación de sí y de lo que hay; las actividades no transforman nada.


(*) Publicado en "La Vanguardia", de Barcelona, el 4 de mayo de 2006

jueves, noviembre 22, 2007

artefactos comestibles para los que como yo son zarapastrosos e incorregibles resistentes

Santiago Alba Rico
Público
Me parece coherente que el PSOE y el PP se disputen la bandera española
y la defensa de la monarquía y que se entreguen al potlach
electoralista de rivalizar sobre quién de los dos debilita más la democracia en
favor de la unidad de España. Pero por eso mismo me extraña verme en la
tesitura de tener que disputar a un miembro relevante de la ejecutiva
del PSOE el patrimonio político y moral del mítico programa de TVE “La
Bola de Cristal”, del que fui guionista entre 1984 y 1988. El disgusto
que me ha producido la lectura del artículo de Leire Pajín Iraola
(Público, 30 de octubre) sólo puede compararse al que ella sentiría si,
despabilada la memoria, fuese capaz de recordar el legado del que con tanta
ligereza se reclama heredera: por debajo de la música de Alaska y Radio
Futura, escucharía cosas que le pondrían los “baudios” de punta y le
harían “rebobinarse” de terror, por evocar precisamente el lenguaje de
los Electroduendes. Aunque tanto la directora del programa (Lolo Rico)
como sus otros guionistas (Carlo Frabetti, Carlos Fernández Liria e
Isabel Alba) comparten sin duda mi desazón por el malentendido de Leire
Pajín, me ceñiré a la voz de la bruja Avería y sus compinches eléctricos,
porque es la mía y porque está recogida y puede ser consultada en dos
volúmenes de título muy significativo, “¡Viva el mal! ¡Viva el capital!”
y “¡Viva la CIA! ¡Viva la economía!”, a los que la dirigente socialista
puede acudir para comprobar que no me inspiraba precisamente en el
programa de su partido.
En La Bola de Cristal -recordaré a Leire Pajín- se hacían campañas a
favor de la lectura y de la amistad, pero por eso mismo también contra
los bancos, cuya potencia destructiva se encarnaba en la famosa Caja de
Ahogos y Tensiones: “antes se nos llamaba usureros y ahora banqueros,
pero seguimos quedándonos con su dinero”. La Bola de Cristal invitaba a
la solidaridad y a la rebeldía, pero por eso mismo enderezaba su humor
brechtiano contra la alienación laboral y la codicia empresarial,
representada esta última en un personaje de la serie, Amperio Felón, cuya
“electrocutante” biografía ilustraba de manera pedagógica y divertida el
proceso de “acumulación originaria” descrito por Marx en El Capital (“la
empresa que da plusvalor no es facha ni roja ni tiene color”, cantaba
en algún momento un coro de proletarios enajenados). La Bola de Cristal
clamaba por un mundo nuevo tras 40 años de franquismo, pero por eso
mismo no dejó nunca de satirizar las políticas del PSOE. La jocunda bruja
Avería, cruce fantástico de Santiago Carrillo y José María Cuevas,
“fundió” y “gripó” con su rayo a toda clase de inocentes bajo las figuras
más variadas (militar, mafiosa, funcionaria, reina, incluso Dios), pero
fue la mayor parte del tiempo la presidenta de la República
Electrovoltaica de Tetrodia, de cuyo gobierno formaban parte Narciso Radar,
ministro de Misiles y Humanismo, e Invatios Barriobaudios, ministro de
Expiación y Vergüenza Ajena. Todos recordarán el pseudónimo que usaban Radar
y Barriobaudios cuando formaban parte de la realidad y del gobierno de
Felipe González.
Puede decirse quizás que La Bola de Cristal era incompatible con la
componenda, el equilibrismo, el eufemismo, la corrección política y la
ambigüedad, pero por eso mismo nadie podrá decir que era compatible con el
PSOE. Puede incluso decirse que era un panfleto y que adoctrinaba en
el odio de clases, pero por eso mismo nadie podrá decir que era el
camino más rápido y seguro hacia las Juventudes Socialistas. Casi todo en el
mitificado y olvidado programa de TV estaba orientado a denunciar a
ese PSOE que había recibido y malversado el mayor capital político de
izquierdas de la postguerra europea; el PSOE monárquico que seguía
acariciando a la Iglesia; el PSOE de la OTAN que mantuvo las bases
estadounidenses; el PSOE de la reconversión industrial y la reforma laboral; el
PSOE que estableció relaciones con Israel y traicionó al pueblo saharaui;
el PSOE de la escuela concertada y la desmovilización juvenil; el PSOE
de las privatizaciones y la corrupción; el PSOE que destruyó la
televisión pública; el PSOE de la Ley de Extranjería y la rendición sindical;
el PSOE que dejó expedito el camino a la derecha más radical,
ultramontana y reaccionaria desde la guerra civil. El PSOE, en fin, que
promovió y aplaudió la guerra sucia y el terrorismo de Estado. Dos de los
guionistas de La Bola de Cristal, recordaré también, nos sumamos en mayo de
1988, junto a otros 102 ciudadanos decentes, a la acción popular
contra el GAL que permitió procesar y condenar a José Barrionuevo y Rafael
Vera, altísimos funcionarios del gobierno de Felipe González, el cual
-se entenderá- tiene tanto que ver con La Bola de Cristal como la casa
Coca-Cola con el precepto evangélico de dar de beber al sediento.
Se dirá que sólo bajo el gobierno del PSOE fue posible hacer un
programa así, pero digo también que sólo bajo el gobierno del PSOE se
suspendió su emisión. No por casualidad fue en 1988, el mismo año de la Ley de
Televisión Privada. El hecho de que se haya idealizado un espacio
televisivo imaginativo y valiente, pero en cualquier caso bastante
chapucero, demuestra básicamente que lo que vino después fue mucho peor. El que
debía ser el primer programa de una nueva estirpe se convirtió en su
último descendiente y esto también es responsabilidad del PSOE, que obró
el milagro de llevarnos aceleradamente a los españoles, sin etapas
intermedias, de un Renacimiento malogrado a una Edad Media de colores.
Pero hay, sí, una generación de La Bola de Cristal como hay una
generación del GAL y una generación de las Azores. Sus miembros están tan
lejos del PP como del PSOE y me siento muy orgulloso de reconocer en su voz
la de esos mismos Electroduendes que me hablaron a mí tantos años
antes: son locos solidarios con Palestina y Venezuela, chiflados activistas
antiglobalización, extremistas militantes ecologistas, zarrapastrosos
okupas, agresivos pacifistas, infantiles anti-imperialistas, lunáticos
marxistas. Sinceramente, no creo que Leire Pajín, gran defensora de la
“modernidad” de España, se sintiera cómoda en su compañía.

proveedora de droga editan estas dosis de poesia dispar y viva.

Color Pastel ! Poesia

miércoles, noviembre 21, 2007

amigo Ruben, que placer mas grande haberte conocido






con Miguel, con mi amigo Miguel, amigo del alma, se que pronto te vere denuevo y volveremos hablar de los dioses y de los asesinos, de los hombres y de los angeles, entre los vasos en flor sobre mostradores como campos de voces doradas, cosechas infieles y gracias a los dioses inexistentes, siempre perdidas, perdidas y fertiles.






por
Rubem Fonseca
Premio Juan Rulfo 2003


"El bar era oscuro y encerrado; Dylan bebía encogido, parecía temer que le pisaran los pies, que se rieran de él, sintiéndose viejo e hinchado: esas pequeñas cosas horribles que nos suceden a todos borrachos, cansados y tristes..."

En el aeropuerto del Galeón, esperando abordar el moderno Constellation que me llevaría a Nueva York en más o menos veinte horas, un sujeto me preguntó por qué no iba, como él, a Europa, a París, en vez de perder mi tiempo en Estados Unidos. Había desdén en su voz. Los connaisseurs de nuestra burguesía aún no habían descubierto Manhattan. Era 1953, septiembre.

"Times Square es igualita a la Rúa Larga" (Río de Janeiro) dijo convencido. Y tal vez tuviera alguna razón; ambas eran sucias y pobladas por una plebe de tontos y gente muy pobre; en Río, miran las armas en los aparadores de las tiendas de caza y pesca, y en Manhattan los letreros luminosos de los cines y teatros. En las mañanas de los días hábiles, cientos de individuos de dientes cariados y ropa: descolorida ocupaban las banquetas de la Rúa Larga, caminando en el sentido de la avenida Río Branco "como una enorme oruga". En Times Square era por la noche cuando provincianos y burgueses y delincuentes se mezclaban en un ambiente rufianesco de quimera y violencia. Dos calles amenazadoras.

Al llegar a Nueva York, me fui a vivir al Hotel Albert, que tenía la veleidad de llamarse The Albert. Estaba en una calle, University Place, cercana a Greenwich Village. Fue allí donde treinta años antes residió y escribió uno de sus libros Thomas Wolfe, adonde llegó venido de Harvard para enseñar en la Universidad de Nueva York.

The Albert era un hotel en ruinas que todavía ostentaba algo de su antiguo esplendor. Las lámparas de cristal cortado hacían brillar los pasamanos de metal de sus escaleras, y los rojos tapetes agujerados le daban un aire decadente, pero grandioso y digno. Pasadas algunas noches, sin embargo, The Albert comenzó a parecerme siniestro. Las luces de mi enorme habitación eran débiles y, en la penumbra amarillenta, las cortinas y los muebles oscuros me entristecían. En aquel cuarto leí a Wolfe por primera vez. Uno de los porteros del hotel, un negro de cabellos blancos y una inofensiva afición a mentir, me aseguró que yo estaba en el mismo cuarto de Wolfe, y que él había visto al escritor trabajando -esto es, rasgando los papeles que escribía. "Writers are crazy people", dijo. El libro que Wolfe escribió en ese entonces fue "Of Time and the River". Es la historia de un joven que sale de casa para estudiar en una universidad distante, esperando huir de los recuerdos de su infancia y convertirse en un gran escritor; sufre decepciones amorosas, viaja al extranjero y entonces esos recuerdos, que él pensaba haber borrado de su memoria, vuelven todos -nombres de ríos y accidentes geográficos, colores, olores y sabores, los rostros de su familia. Movido por la nostalgia y reconciliado consigo mismo, el joven vuelve a casa.

En The Albert sufrí de insomnio, lo que me llevó varias veces a salir por las calles, casi siempre rumbo a Washington Square, que quedaba cerca del hotel. Cubierto con un abrigo grueso, negro, que había comprado tan pronto como llegué, me acostaba en el círculo de cemento del centro del parque, con la cabeza apoyada en el borde que lo circunda, y me quedaba viendo al cielo, mirando el día rayar y al sol hacer refulgir las alamedas cubiertas de rojizas hojas otoñales, mientras unos vagabundos, hombres y mujeres, me pedían cigarros y me contaban sus desgracias, siempre con un hondo aliento de alcohol que ni el frío húmedo conseguía disipar.

Antes de septiembre terminé mudándome y me fui a vivir, la primera de muchas veces, al Chelsea. El Hotel Chelsea estaba en la Calle 23, entre la Séptima y la Octava avenidas. Alguien lo tildó de "anomalía gótica victoriana", debido tal vez al tejado de pizarra, a las torres y balcones de hierro forjado. Construido en 1884, fue, desde aquella época, residencia de artistas y escritores. Fueron huéspedes permanentes Mark Twain, William Dean Howells, O. Henry, Edgard Lee Masters, James T. Farrel, Mary McCarthy, Virgil Thomson (el compositor), Brendam Benham, Nelson Algren, William Burroughs, Vladimir Nabokob, Gregory Corso, Arthur Miller, Julius Lester y otros, inclusive Wolfe, huésped en 1937 y 1938, probablemente evadido, como yo, delAlbert. En el Chelsea, Wolfe terminó sus dos últimos libros,antes de viajar para Baltimore. Seguramente no existió hotel en este planeta donde hubieran residido tantos escritores importantes. Una investigación en los libros de registro del Chelsea revelaría aún a varios otros, no sólo americanos y europeos, sino también de otras partes del mundo. El edificio se consideraba monumento histórico de la ciudad, y su fachada ostentaba una placa de bronce con el nombre de algunos de sus ilustres ocupantes.

Pasé a frecuentar el bar del Chelsea. (Después transformado en un restaurante español llamado Don Quijote, donde, por lo menos hasta 1977, se bebía buen vino y se comía una paella mediocre). El bar estaba lleno de escritores y artistas, principalmente de teatro y de las artes visuales. Entre ellos se destacaba Dylan Thomas, tenido por uno de los más importantes poetas de su generación. Oriundo de gales, publicó su primer libro, "Eighteen poems", a los veinte años, y le fue reconocido enseguida como un trabajo de fuerte originalidad y talento. Dylan Thomas realizaba su cuarta tournée por Estados Unidos, y tenía una vez más un gran éxito, principalmente en Nueva York, por la manera violentamente emotiva con que leía sus poemas, y por la percepción penetrante con que trataba los temas del nacimiento y la muerte, la alegría, el dolor y la belleza. También era famoso por sus borracheras y groserías, que se perdonaban por ser él, como dijo uno de sus cronistas, John Brinnin, "el más puro poeta lírico del siglo veinte".

Un día estaba él recargado sobre la barra del bar y coincidió que quedáramos uno junto al otro. Dylan bebía cerveza y whisky, alternados. No me acuerdo de qué conversamos. Recuerdo sus ojos ligeramente desencajados, inteligentes, con la luz que sólo existe en la mirada de los poetas que se despiden de la vida. A lo blanco de la esclerótica lo cruzaban finas venas rojizas que parecían cambiar el color del iris. Su rostro era rollizo y vulnerable como un globo sin forma. La voz era levemente gutural, pero sin aristas, velada, aunque mostraba todas las tensiones de su mente. Los escritores alcohólicos son cosa común. Las conversaciones de borrachos no son para tomarse en serio. No le di importancia. Es así como los poetas más jóvenes tratan a los más viejos.

Pero al llegar a mi cuarto, antes de dormir, escribí, en una carta:
El bar era oscuro y encerrado; Dylan bebía encogido, parecía temer que le pisaran los pies, que se rieran de él, sintiéndose viejo e hinchado: esas pequeñas cosas horribles que nos suceden a todos borrachos, cansados y tristes. ¿Dónde estaría la furia? ¿Dónde, la ira contra la luz que se oscurecía en este bar del hotel de la Calle 23? A su lado sentí el aliento del animal finalmente domesticado: parecía dispuesto a entrar en la noche plena y misericordiosa de la que habla en su poesía.

Durante la madrugada de ese día, una ambulancia vino a recoger a Dylan Thomas y lo llevó para morir en el hospital Saint Vicent. Era noviembre. Pronto llegó la nieve y no tardó mucho la ciudad en olvidar al poeta.

en El Mercurio. Artes y Letras, domingo 4 de enero de 2004
©Letras Libres. Traducción de Lourdes Hernández F.

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RUBEN FONSECA, GRACIAS POR TU LUCIDA Y CONTUNDENTE OBRA

lunes, noviembre 05, 2007

los caminos desatados espantan a las fieras...

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En las esquinas

gruñen
los pasos perdidos
Hay arboles con nidos de acero
que se doblan
como tristes demonios.
Un cielo de vidrio
hace trizas los ojos.
Los caminos se desatan
ante tu pañuelo encendido.
¿Que puedo hacer
con la parte mas salada
de los dias?

y ella, la de la tierna prisa, decia...

un pañuelo en llamas puede desatar
todos los caminos del mundo
pero no puede impedir
que los hombres dejen de soplar
velas apagadas.
Mis ojos pueden aguantar
cielos de vidrio infinito
pero no estan hechos
para el hielo del hombre
y ya sabes, amigo
que la sal
se la come dios
mientras dormimos.

domingo, noviembre 04, 2007

xu jinclei

Xu Jinglei una estrella del Blog
IBERARTE - lunes, 05 de noviembre de 2007

el hombre que plantaba arboles

'

jueves, noviembre 01, 2007

2 DE NOVIEMBRE DIA DE MUERTOS ALTAR Y OFRENDAS ARBOL DE LA VIDA PATZCUARO JANITZIO MIXQUIC





Guillermo Blest Gana (1830-1920)

Seres queridos te miré sañuda
arrebatarme, y te juzgué implacable
como la desventura, inexorable
como el dolor y cruel como la duda.

Mas hoy que a mí te acercas fría, muda,
sin odio y sin amor, ni hosca ni afable,
en ti la majestad de lo insondable
y lo eterno mi espíritu saluda.

Y yo, sin la impaciencia del suicida,
ni el pavor del feliz, ni el miedo inerte
del criminal, aguardo tu venida;
que igual a la de todos es mi suerte:
cuando nada se espera de la vida,
algo debe esperarse de la muerte.



2 DE NOVIEMBRE DIA DE MUERTOS ALTAR Y OFRENDAS ARBOL DE LA VIDA PATZCUARO JANITZIO MIXQUIC

la muerte y su comparsa





  • A mí la muerte me pela los dientes
  • A mí no me asustan con el petate del muerto.
  • Al diablo la muerte, mientras la vida nos dure.
  • Al que se aleja lo olvidan y al que se muere lo entierran.
  • Al vivo todo le falta y al muerto todo le sobra.
  • Cargar con el muerto.
  • Cuando estés muerto, todos dirán que fuiste bueno.
  • De golosos y tragones están llenos los panteones
  • De que se lo coman los gusanos a que lo disfruten los humanos…
  • Hierba mala nunca muere y cuando muere a nadie le hace falta.
  • El muerto y el arrimado a los tres días apestan.
  • El muerto al pozo y el vivo al gozo.
  • El muerto a la sepultura y el vivo a la travesura.
  • Muerto el perro, se acabó la rabia
  • Sobre el muerto las coronas
  • Vámonos muriendo todos, que están enterrando “de gorra”.
  • La muerte en su empeño no cesa, a mancos y cojos, a todos nos empareja.