jueves, noviembre 22, 2007

artefactos comestibles para los que como yo son zarapastrosos e incorregibles resistentes

Santiago Alba Rico
Público
Me parece coherente que el PSOE y el PP se disputen la bandera española
y la defensa de la monarquía y que se entreguen al potlach
electoralista de rivalizar sobre quién de los dos debilita más la democracia en
favor de la unidad de España. Pero por eso mismo me extraña verme en la
tesitura de tener que disputar a un miembro relevante de la ejecutiva
del PSOE el patrimonio político y moral del mítico programa de TVE “La
Bola de Cristal”, del que fui guionista entre 1984 y 1988. El disgusto
que me ha producido la lectura del artículo de Leire Pajín Iraola
(Público, 30 de octubre) sólo puede compararse al que ella sentiría si,
despabilada la memoria, fuese capaz de recordar el legado del que con tanta
ligereza se reclama heredera: por debajo de la música de Alaska y Radio
Futura, escucharía cosas que le pondrían los “baudios” de punta y le
harían “rebobinarse” de terror, por evocar precisamente el lenguaje de
los Electroduendes. Aunque tanto la directora del programa (Lolo Rico)
como sus otros guionistas (Carlo Frabetti, Carlos Fernández Liria e
Isabel Alba) comparten sin duda mi desazón por el malentendido de Leire
Pajín, me ceñiré a la voz de la bruja Avería y sus compinches eléctricos,
porque es la mía y porque está recogida y puede ser consultada en dos
volúmenes de título muy significativo, “¡Viva el mal! ¡Viva el capital!”
y “¡Viva la CIA! ¡Viva la economía!”, a los que la dirigente socialista
puede acudir para comprobar que no me inspiraba precisamente en el
programa de su partido.
En La Bola de Cristal -recordaré a Leire Pajín- se hacían campañas a
favor de la lectura y de la amistad, pero por eso mismo también contra
los bancos, cuya potencia destructiva se encarnaba en la famosa Caja de
Ahogos y Tensiones: “antes se nos llamaba usureros y ahora banqueros,
pero seguimos quedándonos con su dinero”. La Bola de Cristal invitaba a
la solidaridad y a la rebeldía, pero por eso mismo enderezaba su humor
brechtiano contra la alienación laboral y la codicia empresarial,
representada esta última en un personaje de la serie, Amperio Felón, cuya
“electrocutante” biografía ilustraba de manera pedagógica y divertida el
proceso de “acumulación originaria” descrito por Marx en El Capital (“la
empresa que da plusvalor no es facha ni roja ni tiene color”, cantaba
en algún momento un coro de proletarios enajenados). La Bola de Cristal
clamaba por un mundo nuevo tras 40 años de franquismo, pero por eso
mismo no dejó nunca de satirizar las políticas del PSOE. La jocunda bruja
Avería, cruce fantástico de Santiago Carrillo y José María Cuevas,
“fundió” y “gripó” con su rayo a toda clase de inocentes bajo las figuras
más variadas (militar, mafiosa, funcionaria, reina, incluso Dios), pero
fue la mayor parte del tiempo la presidenta de la República
Electrovoltaica de Tetrodia, de cuyo gobierno formaban parte Narciso Radar,
ministro de Misiles y Humanismo, e Invatios Barriobaudios, ministro de
Expiación y Vergüenza Ajena. Todos recordarán el pseudónimo que usaban Radar
y Barriobaudios cuando formaban parte de la realidad y del gobierno de
Felipe González.
Puede decirse quizás que La Bola de Cristal era incompatible con la
componenda, el equilibrismo, el eufemismo, la corrección política y la
ambigüedad, pero por eso mismo nadie podrá decir que era compatible con el
PSOE. Puede incluso decirse que era un panfleto y que adoctrinaba en
el odio de clases, pero por eso mismo nadie podrá decir que era el
camino más rápido y seguro hacia las Juventudes Socialistas. Casi todo en el
mitificado y olvidado programa de TV estaba orientado a denunciar a
ese PSOE que había recibido y malversado el mayor capital político de
izquierdas de la postguerra europea; el PSOE monárquico que seguía
acariciando a la Iglesia; el PSOE de la OTAN que mantuvo las bases
estadounidenses; el PSOE de la reconversión industrial y la reforma laboral; el
PSOE que estableció relaciones con Israel y traicionó al pueblo saharaui;
el PSOE de la escuela concertada y la desmovilización juvenil; el PSOE
de las privatizaciones y la corrupción; el PSOE que destruyó la
televisión pública; el PSOE de la Ley de Extranjería y la rendición sindical;
el PSOE que dejó expedito el camino a la derecha más radical,
ultramontana y reaccionaria desde la guerra civil. El PSOE, en fin, que
promovió y aplaudió la guerra sucia y el terrorismo de Estado. Dos de los
guionistas de La Bola de Cristal, recordaré también, nos sumamos en mayo de
1988, junto a otros 102 ciudadanos decentes, a la acción popular
contra el GAL que permitió procesar y condenar a José Barrionuevo y Rafael
Vera, altísimos funcionarios del gobierno de Felipe González, el cual
-se entenderá- tiene tanto que ver con La Bola de Cristal como la casa
Coca-Cola con el precepto evangélico de dar de beber al sediento.
Se dirá que sólo bajo el gobierno del PSOE fue posible hacer un
programa así, pero digo también que sólo bajo el gobierno del PSOE se
suspendió su emisión. No por casualidad fue en 1988, el mismo año de la Ley de
Televisión Privada. El hecho de que se haya idealizado un espacio
televisivo imaginativo y valiente, pero en cualquier caso bastante
chapucero, demuestra básicamente que lo que vino después fue mucho peor. El que
debía ser el primer programa de una nueva estirpe se convirtió en su
último descendiente y esto también es responsabilidad del PSOE, que obró
el milagro de llevarnos aceleradamente a los españoles, sin etapas
intermedias, de un Renacimiento malogrado a una Edad Media de colores.
Pero hay, sí, una generación de La Bola de Cristal como hay una
generación del GAL y una generación de las Azores. Sus miembros están tan
lejos del PP como del PSOE y me siento muy orgulloso de reconocer en su voz
la de esos mismos Electroduendes que me hablaron a mí tantos años
antes: son locos solidarios con Palestina y Venezuela, chiflados activistas
antiglobalización, extremistas militantes ecologistas, zarrapastrosos
okupas, agresivos pacifistas, infantiles anti-imperialistas, lunáticos
marxistas. Sinceramente, no creo que Leire Pajín, gran defensora de la
“modernidad” de España, se sintiera cómoda en su compañía.

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