jueves, enero 12, 2006

EL COMPRADOR DE ANIVERSARIOS

S6lo cabe ser mudo tras el horror, y Hurbinek era mudo. Sus palabras -si es que se puede llamar tales a aquellas sila­bas que salen por su boca, como el silbido de un ángel desen­gañado que se deja morir, y no proyecciones de los hombres que lo rodean en la caseta de enfermos-, sus palabras eran simulacros de un lenguaje básico, impronunciable como un nombre sagrado o maldito.

Hay palabras imposibles.

Jean Amery escribi6 en alguno de sus libros: "La palabra

cesa en cualquier lugar donde una realidad se impone como forma totalitaria". Amery estuvo en Auschwitz y sobrevivi6. Supo lo que era una "forma totalitaria" en estado puro, cuan­do la muerte era gratuita y la vida banal. Había coincidido con Primo Levi en la factoría de Buna-Monowtiz, pero nin­guno de los dos se conocía entonces. Amery se llamaba en realidad Hans Mayer y era vienes. Cambi6 su nombre en 1938, cuando se refugi6 en Bélgica. Pero he aquí de nuevo un golpe de dados del destino: escogi6 por azar el mismo nom­bre de John Amery, hijo de un ex ministro de la Guerra británico y fundador de la Legi6n de San Jorge, una sociedad militar creada para apoyar a los nazis en el seno de la Gran Bretaña. ¿Lleg6 a saberlo alguna vez? Puede que no, es irrele­vante, perversamente curioso. John Amery muri6 ahorcado por los Aliados, y Jean Amery -igual que Primo Levi - se sui­cid6 con una sobredosis de barbitúricos en un hotel de Salz­burgo en 1978, tras despreciar sin piedad la palabrería de los de los nazis, como Ernst Bertram. y Gottfried Benn. Decia Walter Benjamín que a medida que nos hacemos viejos, las palabras impactan mas, e incluso una sola palabra, por imposible que sea, puede impactar tanto como para abrir una nueva etapa, incluso la definitiva.

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