domingo, febrero 18, 2007

volviendo a casa con Fonollosa, los dientes partidos comola avenida, carbonizada el Alba



Dejo correr la sangre de las manos.

Acostado en la cama la examino.

Las sábanas la sorben dulcementecon

la quieta avidez de su blancura.

Brota incesantemente. A borbotones.

Tibia y curiosa asoma a mis muñecas

y escapa presurosa de mis manos.

Son manos de vencido. Ellas debían

coger la gloria, amor, coger dinero.

Un día las creí capaces de ello.

Pero nada aprehendieron. No eran hábiles.

O el empeño excedió su exigua fuerza.

Pobres manos humildes y vacías.

Tiemblan un poco. Tiemblan asustadas.

Asustadas y débiles parecen

pedir excusas porque son mediocres.

Les sonrío a mis manos. Las levanto

y las uno. Las siento desvalidas.

Y atisbo como repta sigiloso

ese zumo tan rojo de la vida.
De "Destrucción de la mañana"

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