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Marisina’, una luchadora detrás del maquillaje
Fallece de un infarto a los 63 años esta clásica de la hostelería leonesa
Fulgencio Fernández / León
Murió Marisina. La triste frase no requería mayor explicación pero la incredulidad de lo inesperado hacía que preguntarán “¿la de La Habana?” o “¿la del Plató?”. No hacía falta porque, en León, Marisina era ella, la que había regentado estos dos conocidos locales.
Muchos comentaban aquello de que “estuve el otro día hablando con ella, como siempre” pues la muerte la traicionó durante la noche de manera fulminante. Hasta entonces Marisa había seguido acudiendo al Plató actual, a sentarse en su taburete, con esos escotes y minifaldas de vértigo a los que nunca quiso renunciar, para hablar con los clientes, con preferencia para los “de toda la vida”, para hablar de política y de sus recuerdos de ‘cuna del rojerío’ que habían sido sus pubs.
Pero detrás de los escotes y los maquillajes, de los brillos de rubia de peluquería frecuente, estaba la luchadora, la joven que se quedó viuda con dos chavales de 4 y 8 años que se puso el mundo por montera, se pintó el ojo y los sacó adelante, como dicen en los pueblos, “dándoles carrera”. Ella sabía cómo: “Con muchas horas de mostrador, aguantando mucho de quien cree que traer una minifalda significa algo más que la pongo porque me da la gana... Currando mucho, pero con el orgullo de que a Fer y Dani no les faltara de nada”.
Marisa llegó al mundo de los bares y los pubs de la mano de su marido, Fernando Alfageme, El Míster, el primer gran pincha de León que se mató regresando de trabajar en Villamañán. A Marisa le quedó una parte del Cyrano’s y dos hijos para criar. De ahí al Plató en la Calle Monasterio, “la cuna del rojerío y el periodismo de opinión, la casa de Chencho”; de ahí a La Habana en el Polígono X que volvió a ser Plató, la nostalgia.
Sin torcer la cara, con la ayuda de ser tan bueno como generoso, Tinín, el segundo padre de los chavales, el que los iba a buscar al colegio, el que ayudaba, el que ayer estaba deshecho, como Fer y Dani.
Murió Marisina. Ella. La que escondió su lucha detrás del maquillaje y una sonrisa con una copa de champán en la mano. La que estoy seguro de que si hubiera podido elegir la foto de su obituario habría elegido la misma que sale.
Murió Marisina. La triste frase no requería mayor explicación pero la incredulidad de lo inesperado hacía que preguntarán “¿la de La Habana?” o “¿la del Plató?”. No hacía falta porque, en León, Marisina era ella, la que había regentado estos dos conocidos locales.
Muchos comentaban aquello de que “estuve el otro día hablando con ella, como siempre” pues la muerte la traicionó durante la noche de manera fulminante. Hasta entonces Marisa había seguido acudiendo al Plató actual, a sentarse en su taburete, con esos escotes y minifaldas de vértigo a los que nunca quiso renunciar, para hablar con los clientes, con preferencia para los “de toda la vida”, para hablar de política y de sus recuerdos de ‘cuna del rojerío’ que habían sido sus pubs.
Pero detrás de los escotes y los maquillajes, de los brillos de rubia de peluquería frecuente, estaba la luchadora, la joven que se quedó viuda con dos chavales de 4 y 8 años que se puso el mundo por montera, se pintó el ojo y los sacó adelante, como dicen en los pueblos, “dándoles carrera”. Ella sabía cómo: “Con muchas horas de mostrador, aguantando mucho de quien cree que traer una minifalda significa algo más que la pongo porque me da la gana... Currando mucho, pero con el orgullo de que a Fer y Dani no les faltara de nada”.
Marisa llegó al mundo de los bares y los pubs de la mano de su marido, Fernando Alfageme, El Míster, el primer gran pincha de León que se mató regresando de trabajar en Villamañán. A Marisa le quedó una parte del Cyrano’s y dos hijos para criar. De ahí al Plató en la Calle Monasterio, “la cuna del rojerío y el periodismo de opinión, la casa de Chencho”; de ahí a La Habana en el Polígono X que volvió a ser Plató, la nostalgia.
Sin torcer la cara, con la ayuda de ser tan bueno como generoso, Tinín, el segundo padre de los chavales, el que los iba a buscar al colegio, el que ayudaba, el que ayer estaba deshecho, como Fer y Dani.
Murió Marisina. Ella. La que escondió su lucha detrás del maquillaje y una sonrisa con una copa de champán en la mano. La que estoy seguro de que si hubiera podido elegir la foto de su obituario habría elegido la misma que sale.
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