Albert Hofmann nació el 11 de enero de 1906 en la ciudad suiza de Basilea, y volvió a nacer por segunda vez en una mañana de mayo, allá por su niñez, dando un paseo por los bosques de su Suiza natal. Albert tuvo espontáneamente una experiencia mística en la que se sintió unido con el resto de la Naturaleza: los árboles, la luz y el canto de los pájaros desvelaron su unión oculta, presentando ante sus ojos toda la magnificencia de un esplendor olvidado.
En su juventud Hofmann preparó sus estudios para entrar en la universidad siguiendo una temática humanística, dada su afición a la lectura y a las cuestiones de letras impresas. Pero al llegar al punto de decidirse una carrera universitaria sorprendió a todos -incluso a sí mismo-, al escoger los estudios de química. Según cuenta en su biografía, esto fue así por el interés que había despertado en su espíritu la experiencia de su niñez, que le había dejado una enorme curiosidad por la relación entre la materia y el espíritu del mundo natural.
Su tesis doctoral, presagiando una brillante carrera, fue sobre la quinina, en la que describió por primera vez la estructura molecular de este compuesto. Acabada la tesis, entró a trabajar en la compañía farmacéutica Sandoz, en la división de productos naturales. Fue allí, durante la investigación de los alcaloides del cornezuelo del centeno -un hongo parásito de las gramináceas-, que absorbió 'accidentalmente' una pequeña cantidad de LSD-25, el compuesto visionario más potente descubierto hasta el momento. En esa ocasión Hofmann revivió de forma más impactante su primera experiencia mística de infancia, y a partir de ese entonces Albert, sin abandonar jamás su trascendental descubrimiento, vio unidos sus dos intereses en un sólo ámbito de estudio: el humanismo/misticismo por una parte, y la ciencia/estudio de la materia, por la otra.
Seguramente el descubrimiento de la LSD ha sido uno de los puntos más importantes en la historia del redescubrimiento de los enteógenos en el siglo XX. Si el encuentro de R.G. Wasson con María Sabina, en México, rescató del olvido la relación de los enteógenos con la cultura humana -un uso que se sumerge en la 'noche de los tiempos'-, la creación de Albert Hofmann representa la puerta de entrada de estos compuestos en el mundo científico occidental.
Desde aquel primer viaje lisérgico, que repitió tres días más tarde en ya casi mítico trayecto en bicicleta hacia su casa, Hofmann ha seguido dedicándose en cuerpo y alma a los temas desvelados por su traviesa y sabia sustancia. En el campo científico, y en estrecha colaboración con Wasson, aisló y sintetizó los dos principios activos de los hongos mexicanos, la psilocibina y la psilocina. Y en un posterior viaje a México 'cerró el círculo' químico que le había dado entrada en este mundo de los enteógenos: pudo dar con amidas del ácido lisérgico en las semillas de un tipo de ipomeas, usadas en adivinación en el México precolombino: estos compuestos se hallan en la base enteogénica del Claviceps purpurea, que le llevó al serependítico descubrimiento del a LSD.
Es conocida su buena relación y admiración por Aldous Huxley, con el que compartió la pasión por la investigación de la enteogenia.
Es conocida su buena relación y admiración por Aldous Huxley, con el que compartió la pasión por la investigación de la enteogenia.
En lo referente a la parte humanista, colaboró en la hipótesis del uso de los alcaloides del cornezuelo del centeno en los misterios iniciáticos de Eleusis, en la Grecia clásica, y en cierta manera todos sus trabajos vienen a representar la unión entre el mundo científico y el mundo de lo trascendente.
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