miércoles, septiembre 20, 2017

Harry Dean Stanton: el oscuro mapa del corazón

Jot Down Cultural Magazine – Harry Dean Stanton: el oscuro mapa del corazón



Harry Dean Stanton: el oscuro mapa del corazón

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Harry Dean Stanton, 2013. Fotografía: Michael Buckner / Getty.
Una vida entera disfrutando del trabajo de Harry Dean Stanton (1926-2017). Es una suerte cuando su nombre aparece en el reparto de alguna película, no importa género, presupuesto o calidad. Él siempre la engrandece. Conservaremos el recuerdo de su admirable galería de personajes. Es una figura reconocible por su físico, voz y autenticidad, esa cualidad inasible que pocos actores consiguen de forma tan inmediata, con una frase o una mirada. Sus registros son difíciles de encasillar en el mapa de arquetipos masculinos, cortados por los esquemas tradicionales. Stanton ha dado vida a hombres perversos y extraños, pero también algunos de los más enternecedores que se han visto en la pantalla. Es el outsider sin causa, atravesado por enormes crisis y vacíos que se expresan en un leve gesto. Con él se ha retratado fielmente la interzona de Estados Unidos: la que transcurre por caminos secundarios, la del desierto y la frontera con el sur. El cowboy venido a menos, la vida de los moteles, la conducta al margen del dictado. El músico ambulante, el preso, el chiflado, el barfly y el detective sin suerte. El fracaso y la renuncia como lema existencial, carga ligera y un poco vanidosa, habían sido escritas en los rasgos de su cara.   
Ficción y biografía se mezclan en Harry Dean Stanton. Pocos actores han expresado como él la propia personalidad y sus conflictos a través de las interpretaciones. Con sus gestos y la voz dulce, privilegiada, del cantante que también fue, Stanton volcó en el cine una vida a contratiempo. La familia rota, la soledad y el amor no correspondido, el silencio frente al ruido de la industria y los focos, todo eso brilla en sus actuaciones, mucho más elocuente que una confesión en primera persona, y en ocasiones francamente dolorosas de contemplar.  Actor veterano de cine y televisión desde 1958, secundario de lujo lo mismo en grandes estudios como en productoras independientes, no tendría un papel protagonista hasta 1984, cuando Wim Wenders le puso en la piel de Travis Henderson, en Paris, Texas. Con casi sesenta años, ese personaje le convirtió en leyenda para un nueva generación de espectadores y se abrió para él una era dorada cuando lo había hecho casi todo.
Antes había sido pieza imprescindible de numerosas películas, obras maestras del mejor cine de su tiempo que no se comprenden sin su trabajo. Fiel a su persona, a poner en cada personaje la esencia de sí mismo, ha mantenido hasta los noventa y un años el mecanismo de ocultarse mientras se desvelaba en cada película. Conforme se acercaba el fin, ha seguido brindando personajes inolvidables y algunas claves acerca de tan arriesgada puesta en práctica vital. Este es un somero repaso a su monumental carrera.
Harry Dean hizo sus primeros trabajos, pequeñas apariciones en series de televisión y producciones del oeste, a finales de los años cincuenta, todavía con el nombre de «Dean Stanton», que amplió después con su primer nombre, Harry, para no ser confundido con otro actor. Su primer secundario relevante fue en A través del huracán, película independiente dirigida por Monte Hellman en 1965, por mediación de su amigo y compañero de piso de entonces, Jack Nicholson, que escribió la historia. Stanton, con bigote a lo Pancho Villa, interpreta al pendenciero ladrón de ganado, con parche en el ojo, que causó la admiración de Hellman y le convertiría en uno de sus actores fetiche. La vida beatnik junto a Nicholson y su pandilla (Bruce DernCameron MitchellDiane Ladd…) le dio papeles en películas de serie B sobre moteros como The Mini Skirt Mob (1968) y The Rebel Rousers (1970). De 1968 es un clásico de los programas dobles, Las pistolas del infierno, donde Stanton interpreta a uno de los soldados desertores con quien se enfrenta Glenn Ford en la búsqueda de su familia secuestrada por los apaches. En el 76, Nicholson y Harry volverían a trabajar juntos, haciendo de cuatreros convertidos en honrados rancheros, en guerra con un histriónico Marlon Brando en Missouri, AKA Duelo de gigantes, uno de los wésterns de Arthur Penn.
Si Stanton siguió algún método como actor, lo tuvo que aprender de su maestro, el añorado Warren Oates, aparte de los consejos de Nicholson («Tú deja que lo hagan todo en vestuario»). Las películas que compartió con el gran intérprete están entre lo mejor de su filmografía, y eso, tratándose de una lista de casi trescientas en la que no hay demasiados tropiezos, no es una afirmación gratuita. Tras Ride The Whirlwind, Hellman le incluyó en el reparto de Carretera asfaltada en dos direcciones (1971), la película más sobresaliente de la carrera del director y una de las más importantes de la década, road movie existencial de dos hippies que corren en un Chevrolet (James Taylor y Dennis Wilson), enfrentados al conductor veterano (Oates), y los personajes que se encuentran en la carretera. Stanton es uno de ellos, en un papel memorable como autoestopista gay.
Dillinger (1973), el retrato  filmado por Hellman de los años veinte y este famoso atracador de bancos, tiene en Stanton una de sus mejores interpretaciones, como miembro de la banda y la famosa frase «¡Hoy no es mi día!», así como una de las muertes-ejecuciones más espectaculares de la pantalla:
La última colaboración con Hellman fue un duelo mano a mano con Warren Oates, en Peleas de gallos (1974), excepcional drama sureño de la productora de Roger Corman sobre el mundo de las apuestas ilegales. Una película para ser recuperada:
A Harry Dean no le interesaba en absoluto la ciencia ficción ni «las películas de monstruos» (en sus propias palabras), pero formó parte de la tripulación de Nostromo en Alien de Ridley Scott, y como el resto de los actores y actrices de esa película, no podemos entenderla sin él. Su papel como Brett, el bienhumorado técnico que busca al gato de la nave y es quien descubre por primera vez —y sucumbe— ante el xenomorfo:
Pese a su desgana por el género, Stanton participó en varias joyas a lo largo de los años. En 1980 trabajó con Bertrand Tavernier en La muerte en directo, una magnífica y terrible historia sobre los realities que filmaban la agonía de una enferma terminal (Romy Schneider), a través de la cámara implantada en el ojo de un empleado del programa (Harvey Keitel), a cuyo ambicioso productor interpretaba Harry.
También aparece en la taquillera Amanecer rojo (1984, John Milius), la ucronía sobre unos Estados Unidos invadidos por los soviéticos y solo con la esperanza de la liberación depositada en los chavales del brat pack de los ochenta, Charlie Sheen Patrick Swayze a la cabeza. Está magnífico en Escape de Nueva York, (1981) el clásico de John Carpenter, como Cerebro, del comando que lidera Kurt Russell, el Serpiente. Pero su papel más recordado en este estilo (y uno de los más importantes de su carrera, desde luego) será el de Bud, el «riguroso» instructor de Emilio Estévez como recuperador de coches, en la fantasía punk Repo Man (1984), que tantas veces vio Tarantino para escribir Pulp Fiction, por ejemplo.
Como actor completo y absolutamente versátil, Stanton tenía una vis cómica muy disparatada y física que explotaron varios directores en comedias de mucho éxito: La recluta Benjamín (1980), Los locos del bisturí (1982) y Abajo el periscopio (1995). Un tipo que por su vida podía haber sido un personaje de Hunter S. Thompson no faltó como invitado en la adaptación de Terry Gilliam de Miedo y asco en Las Vegas (1999):
Paris, Texas
Sam Shepard era amigo personal de Harry Dean Stanton. Los dos habían trabajado en una película de 1975, Rancho Deluxe, un wéstern de esos que llama la crítica «crepuscular», pero creo que el adjetivo debería ser «posmoderno»,  porque trata sobre dos tipos (Shepard y Sam Waterston) que se meten a ladrones de ganado más por aburrimiento que por necesidad.
El director alemán Wim Wenders se encontraba a principios de los años ochenta viajando por Estados Unidos con la intención de rodar una película al estilo de los clásicos, una road movie que ya había probado en la estupenda Alicia en las ciudades (1974), pero esta vez con reparto y temática puramente norteamericanas. Su guía era el libro Crónicas de motel, de Shepard, y el deseo de que este fuese el protagonista, pero el escritor estaba pensando en otros actores cuando concibió la historia, al principio muy centrada en la relación de dos hermanos que han perdido el contacto; después, sobre la familia perdida de uno de ellos (en colaboración con Kit Carson, marido de Karen Black).
Con el guion sin acabar, comenzó el rodaje de Paris, Texas. El actor elegido al final fue Stanton, que tras años y años de secundario llevaba una vida esperando esta oportunidad. A su lado, el veterano Dean Stockwell, que antes de ser llamado por Wenders, estuvo a punto de dejar el cine, harto de que nadie le contratara. Para ambos la película fue un renacimiento, una feliz epifanía. En el caso de Stanton fue algo más, pues sin desmerecer el gran trabajo de Stockwell, lo que hace Harry con su personaje de Travis Henderson es resumir en él todo lo aprendido en treinta años y componer el retrato más apasionante del cine de su época. Un hombre sin memoria que ha permanecido largo tiempo aislado en el estupor del alcohol debe reconstruir su pasado y emprender un viaje de vuelta a la realidad, donde hacerse cargo de sus errores. Aunque Wenders no estaba muy convencido de que Stanton fuese el actor idóneo para la película, a causa de la diferencia de edad entre él y la protagonista, Nastassja Kinski, no hubo error posible. En él se concentra la tradición del cine clásico, pero también el rostro del moderno cine independiente de los setenta, crucial para los directores europeos. Paris, Texas es una película magistral a todos los niveles, pero nunca se olvidará el trabajo de Harry Dean, esa primera parte donde no dice palabra y sus gestos comunican un universo de significados.
David Lynch. De repente, un actor muy raro
Paris, Texas descubrió a dos grandes actores para el público de los años ochenta y, sobre todo, los puso delante de alguien que vio en ambos las dosis de extrañeza necesarias para encajar como un guante en su universo artístico. A Dean Stockwell, David Lynch lo contrató para Blue Velvet (1986), y con Stanton ha mantenido una larga relación desde 1988. Fue protagonista de la comedia descacharrante El vaquero y el francés, de una serie de películas sobre tópicos y costumbres de los franceses, que se incluyó en la colección de cortos del director.
En 1990, Lynch volvió a reunir a Diane Ladd y Dean Stanton para Corazón salvaje. La relación entre ambos personajes, la madre malvadísima, ciega de venganza, y el ingenuo detective, enamorado de la madre de Lula, es una de las mejores bazas de esta gran película. Para el reparto de Twin Peaks: fuego camina conmigo (1992), el universo ampliado y desgarrado de la serie, Stanton también obtuvo su personaje, que resultaba mucho más amenazador entonces que en su versión de 2017, en la tercera temporada donde también le hemos visto. Lynch no se cansaba de Harry: contó con él para su fallida serie Hotel Room (1993) y apareció brevemente en Inland Empire (2006), en unas escenas maravillosas sobre la naturaleza del cine. Pero por encima de todas, el trabajo más increíble que Stanton hizo con David Lynch se resume en la escena final de Una historia verdadera (1999). La odisea del protagonista, Richard Farnsworth, ese largo viaje que emprende a lomos de su segadora, tiene como destino reencontrarse con su hermano, muy enfermo y con quien hace años no se habla. Es un reverso, sencillo, delicado y abrumador, del destino de Travis en Paris, Texas y un homenaje espléndido de Lynch a su actor, y a Farnsworth también.
Quiero bailar con Harry Dean, conducir por Texas en una limusina negra, quiero un pedazo de cielo antes de morir. (Debbie Harry, «I Want That Man», 1989)
En La leyenda del indomable, obra maestra de Stuart Rosenberg de 1967, Stanton es uno de los presos de la cárcel sureña que acompaña a Paul Newman y que en el rodaje enseñó a cantar al actor la balada que este interpreta cuando recibe la noticia de la muerte de su madre. El propio Harry canta el góspel «Just A Closer Walk With Thee» en una escena maravillosa:
Stanton fue guitarrista y cantante toda su vida. Actuó con varios grupos y se rodeó de músicos afines, con raíces en el country, el blues y el tex-mex. Amigo de Kris Kristofferson, trabajó con él en Cisco Pike (Bill Norton, 1971), donde era Jesse Dupré, el amigo del cantante fracasado metido a traficante de drogas. También interpretó a un cantante country en el biopic sobre Janis JoplinLa rosa, protagonizado por Bette Midler (Mark Rydell, 1979). En el rodaje de Pat Garret y Billy el Niño (Sam Peckinpah, 1973), Stanton y Bob Dylan se hicieron amigos y se los pudo ver actuar juntos de manera informal o en el escenario; concretamente, en aquella película (vamos a llamarla película) realizada por el propio Dylan, Renaldo y Clara (1978), Harry aparecía tocando con él. Años más tarde, Dylan lo hizo protagonista de un vídeo promocional, la canción «Dreaming of You», canción para Time Out of Mind que se editó en The Bootlegs Series (2008):
Harry grabó algún disco con canciones clásicas del country, pero ninguna como esta versión de la tradicional «Canción Mixteca», que se incluía en la banda sonora de Paris, Texas, compuesta por Ry Cooder. Es todo, la imagen de Travis, música y voz, una pieza que no necesita más explicaciones que la emoción que transmite.
Me interpreto a mí mismo todo el tiempo, delante y fuera de la cámara. ¿Qué otra cosa puedo hacer? (Harry Dean Stanton en el documental Partly Fiction, de Sophia Huber, 2012)
Podemos ver diversos documentales donde Harry habla de sí mismo y de su trabajo. El último es Partly Fiction. En realidad, el actor no dice gran cosa que no sepamos ya. Se muestra como un anciano extravagante que parece no entender lo que le dicen y responde con otra cosa o dice una gracieta cuando le preguntan sobre temas comprometidos. Especialmente si tienen que ver con su familia, sus relaciones sentimentales, los supuestos hijos, su ámbito más privado. No tiene reparos en hablar de su afición al alcohol y las drogas o describir un existencialismo un poco burlón, pero nada de detalles concretos acerca de lo que ha sucedido en su vida fuera de los platós y los bares. Quizá, y esto es una afirmación, porque no habido otra cosa. Ni David Lynch lo consigue, en una entrevista al estilo Pedro Almodóvar, llena de cigarrillos, que Stanton sortea con habilidad haciéndose el tonto. Lo importante, lo real, nos dice siempre, está en los personajes que ha interpretado. En esa especie de biopic que todavía no se ha estrenado, Lucky (John Carroll Lynch),  y en tantas figuras que han sembrado de verdad el cine, pequeñas obras llenas de humanidad y valor. El malvado predicador ciego de Sangre sabia (John Huston, 1979); el soldado Willard de Los Violentos de Kelly (Brian G. Hutton, 1970); el amigo incondicional de Dustin Hoffman en Libertad condicional (Ulu Grosbard, 1978); el pelo de Moe en Corazonada (F. F. Coppola, 1982); el severo Pablo de Tarso en La última tentación de Cristo o el padre de Molly Ringwald en La chica de rosa (John Hughes, 1986), un personaje este último, cuya expresión, gestos y sonrisa vale más que las carreras de varias estrellas de Hollywood.

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