domingo, mayo 06, 2018

¿Capital digital? Marx y el futuro digital del capitalismo - Michael R. Krätke

¿Capital digital? Marx y el futuro digital del capitalismo - Michael R. Krätke | Sin Permiso

En el capitalismo, la digitalización no es gratis, ni es un regalo de la naturaleza ni de la sociedad. Los bienes digitales, los datos y las necesidades necesitan, igual que antes, representación física. Su generación, tratamiento, almacenamiento y difusión requieren energía. De modo que la entropía aumenta. Los medios de comunicación electrodigitales, tal y como los conocemos y utilizamos actualmente, necesitan y generan una masa gigantesca de basura electrónica, y que crece rápidamente, cuyo transporte, almacenamiento y tratamiento posterior tiene enormes consecuencias para la economía mundial. Necesitan materias primas, de modo que alimentan a la activa industria minera mundial. Así que una economía capitalista digital tampoco es ingrávida y también choca con límites materiales.
A Marx, la denominada paradoja de la productividad no le habría dejado frío. Como economista, era un friki fanático y, evidentemente, habría tomado nota de que los países capitalistas de vanguardia, durante las últimas décadas, no han logrado ningún salto realmente impresionante en productividad ni crecimiento. Le habría llamado la atención que, a pesar del uso de tecnologías avanzadas de la información y la comunicación en casi todos los campos, de incrementos exponenciales de la potencia de les ordenadores, de innovaciones constantes, no aumente rápidamente de modo correspondiente la productividad y, con ello, la rentabilidad. No obstante, para Marx la ausencia de fuertes aumentos de la productividad del trabajo con toda la digitalización habría sido un problema, porque, de una innovación técnica, esperaba que se extendiera sobre muchas ramas de la industria, generara una ola de “revoluciones de valor”, de destrucción y renovación de capital, con el ascenso de nuevas ramas industriales y el declive de viejas industrias, esto es, una gran transformación real del capitalismo. Hasta ahora ésta tan sólo se ha suplicado elocuentemente, pero, en las estadísticas relevantes sobre producción y productividad, no aparece.
Por ello, Marx se habría preguntado cómo emplean su capital las empresas de alta tecnología actualmente líderes que dependen totalmente de tecnología digital. ¿Qué producen, qué venden los “cuatro grandes de Silicon Valley”? ¿Cómo y con qué obtienen dinero y ganancias? En primer lugar, bloqueando el acceso general a Internet o a plataformas especiales, abiertas a cambio de una cuota para usuarios de pago, un negocio que tiene poco que ver con técnica digital, y mucho con poder político y acceso de facto a bienes semipúblicos (en parte, también comunes), esto es, con una privatización de la infraestructura digital políticamente autorizada y buscada. En segundo lugar, recopilando datos y revendiéndolos y haciendo propaganda de ellos (un producto informativo híbrido, que combina servicio con representaciones físicas). Entonces pueden, como Facebook y Google, renunciar al cobro de tarifas para el acceso a sus plataformas. Sus clientes, habitualmente otras empresas capitalistas de todas las ramas posibles, compran un sitio en la plataforma y pagan por él una parte (anticipada) del beneficio extra que obtienen gracias a su acción publicitaria. El valor añadido real es sólo marginal, en algunas agencias de publicidad, que, efectivamente, prestan un servicio o bien crean un producto.
Finalmente, Marx se habría interesado por las consecuencias de la digitalización en la propia producción de viejos bienes materiales. Ya vio las consecuencias para los trabajadores industriales de los primeros comienzos del sistema fabril, vio la racionalización y perfeccionamiento de los procesos productivos, acompañados de vigilancia y controles intensivos. Vio la compresión del trabajo, el alargamiento de la jornada, el aumento de su intensidad, la presión creciente y la ascendente inseguridad para los trabajadores industriales. En el volumen primero de El capital, Marx fue uno de los primeros economistas del siglo xix que vio la posibilidad, incluso la inevitabilidad, del paro tecnológico masivo. Argumentó largo y tendido contra los defensores de la denominada teoría de la compensación, esto es, la temprana tesis de que por cada trabajo que desapareciera gracias a los avances tecnológicos, surgiría otro, o más, en otra industria, quizás totalmente nueva y, al final, todo se equilibraría maravillosamente. Marx tenía otra visión. Consideraba posible e inevitable el paro tecnológico masivo, la desaparición de profesiones y categorías laborales enteras en el capitalismo de alta tecnología y, por ello, habría comprendido totalmente nuestras preocupaciones actuales.
Notas:

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